domingo, 27 de diciembre de 2009

¡No te confíes!

 

Por: Querien Vangal

Mayo / 2009

 

 

Queda claro que el hombre no es perfecto, y que nunca lo será del todo, debido a su naturaleza perfectible. Sin embargo, sí puede ser excelente.

 

De hecho, alguien que practica el valor de la excelencia, sabe que siempre tendrá que mejorar algo, que el camino hacia la perfección no tiene fin. Y en lugar de desanimarse por esto, se llena de esperanza.

 

La excelencia es mejorarse día con día, sin importar que ya hayamos recibido un premio, un reconocimiento, un diploma, un galardón, un Oscar, Emmy o MTV Video Music Award. Significa no confiarnos, no conformarnos con los triunfos pasados, sino reinventarnos para alcanzar nuevos objetivos.

 

¿Para qué?, podrían preguntar unos cuantos, ¿qué tiene de malo confiarnos cuando según nosotros ya somos, de acuerdo con nuestros parámetros, lo suficientemente buenos?... ¿Que qué tiene de malo? Basta ver de vez en cuando a la Selección Mexicana de Fútbol para darse cuenta.

 

Vivimos en un mundo que cambia constantemente, se reinventa cada día y la competencia crece: lo que era excelente ayer, hoy es sólo "bueno" y mañana será mediocre. Fenómenos como la globalización nivelan el campo de batalla y abren cada vez más oportunidades a personas que antes no las tenían, a países que antes no figuraban en las políticas mundiales.

 

En el ámbito empresarial sucede lo mismo, existe tanta competencia entre industrias, que una compañía (si quiere sobrevivir) no se puede quedar igual, con las mismas estrategias y metas.

 

Los consumidores cambian sus expectativas y se vuelven más exigentes ante tantos productos que a primera vista (o incluso a segunda, tercera y cuarta) son iguales. Las empresas deben mejorarse para estar preparadas para los nuevos retos del mercado.

 

En el ámbito individual  esto no es menos cierto. Los tiempos cambian y de nada nos sirve haber estudiado una carrera profesional si no nos actualizamos constantemente, si no seguimos siendo estudiantes de corazón.

 

Superarnos a nosotros mismos no sólo tiene que ver con el ámbito profesional, también con el emocional y espiritual. Un padre de familia practica la excelencia si cada día acepta que tiene errores y los mejora, si en el futuro se ve a sí mismo como una versión mejorada de lo que es hoy.

 

No importa que en este momento ya sea un excelente padre, esposo, o cabeza de su familia. Siempre hay algo mejor, un nuevo camino que andar. ¡Y qué bueno! De otra forma, la vida sería muy aburrida.

 

El obstáculo de la excelencia, irónicamente, vive dentro de aquellos que ya son buenos profesionistas, padres, hijos, hermanos, trabajadores, jefes... Si alguien falla constantemente en lo que hace o en sus acciones, éste sabe que debe mejorar.

 

El problema está en aquellos que ya han saboreado el éxito: creen que ya se acabó el juego y por lo regular no les pasa por la cabeza que aún así, deben superarse.

 

Como todo valor, la excelencia comienza en casa. Una familia excelente se prepara, enseña a sus hijos a no creer en lo que aparenta ser suficiente, y ve el cielo como el límite. Padres e hijos aprenden de sus errores, pero éstos no son considerados como fracasos, sino como oportunidades.

 

La excelencia es una suma de valores que engloba a la responsabilidad, la disciplina, el respeto, entre otros. La honestidad con uno mismo es esencial en el proceso de la búsqueda de la perfección.

 

Es muy fácil caer en la ilusión de "nadie es mejor que nosotros", o "así como lo estamos haciendo está bien, al fin y al cabo, todos lo hacen igual". Es necesario que seamos capaces de reconocer cuando no estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo.

 

En una familia que practica la excelencia, el lema que rige las actividades dentro y fuera del hogar es: "Cuando hagas algo, por muy insignificante que parezca ser, no sólo lo hagas bien, sino sé el mejor". No importa si se trata de la tarea, ir a trabajar, o si tiene que ver con lavar los trastes, hacer las camas, barrer, dar un consejo o apoyar a los demás miembros de la casa.

 

En la excelencia no se escatima en esfuerzo y en el deseo de aprender nuevas cosas. Los niños y jóvenes deben estar conscientes de que la preparación profesional e intelectual nunca termina. Y más ahora, cuando por ejemplo ser bilingüe o licenciado ya no impresiona a nadie: para competir en el ámbito laboral, hoy es necesario ser trilingüe (mínimo), maestro o doctor.

 

El mundo cambia, y si nosotros no estamos preparados para los nuevos retos, termina por arrastrarnos. Es necesario rescatar el valor de la excelencia, sobre todo en el caso de aquellos que ya se creen excelentes. No hay mejor forma de hacerlo que inculcándolo en el núcleo del hogar, el cual es el único espacio en donde tenemos el amor incondicional necesario para convertirnos en mejores personas.

 

Hoy, quien no busca superarse se queda atrás. Quien se confía, fracasa por no estar preparado para los nuevos obstáculos. Quien sigue pensando que las cosas no cambiarán a pesar de los años, no vive en el mundo real y no tendrá las armas para hacer frente a nuevos enemigos.

 

Es necesario estar conscientes de que la búsqueda de la excelencia nunca termina, pero guarda muy gratas supresas en el camino.

 

 

"Envejecer es el unico medio de vivir más tiempo"
 



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