Por: Antero Duks Marzo / 2009 La familia es un tema que nos concierne a todos. No importa si somos de derecha o de izquierda, hombres o mujeres, perredistas o panistas, americanistas o chivas, católicos, cristianos o no creyentes. Todos tenemos un origen, un padre, una madre. Muchos son los que desean encontrar una pareja para formar una familia, para tener alguien que les recuerde cada día lo que son y lo que pueden llegar a ser. Y es que no existe nadie que quiera estar completamente solo, por una simple y sencilla razón: el hombre no puede sobrevivir en completa soledad, sin amar. Es por esto que las enseñanzas del VI Encuentro Mundial de las Familias son universales, concernientes a cada individuo, no sólo de nuestro país, sino de cualquier punto del planeta, pues se basan en la naturaleza humana. Una de las conclusiones del encuentro, y quizá la más importante de todas, es que la familia tiene el deber y derecho de educar, así como de transmitir los valores personales que, posteriormente, se convertirán en virtudes a nivel social. El cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado del Vaticano, afirmó que la familia es "el ámbito social primario del ser humano", en donde se transmite y se cultivan los valores substanciales y espirituales del hombre. No obstante, no toda forma de convivencia o estilo de vida pueden llevar a acabo esta misión. "Sólo la familia fundada en el matrimonio está capacitada para transmitir estos valores", señaló la mano derecha del Papa. En este sentido, el enviado del Papa afirmó que la educación integral de los miembros de la familia, además de sustentarse en el matrimonio entre un hombre y una mujer, sólo puede ser obra del amor. Del amor incondicional surgen las lecciones más importantes de la vida, aquellas que se sustentan en la experiencia y, sobre todo, en el ejemplo. "Los esposos no deben tener miedo a amarse, porque es el mejor modo de amar y educar a su hijos", afirmó. Del amor en familia brotan los valores esenciales para el desarrollo personal, y de éstos, surgen las virtudes sociales fundamentales para el progreso social. Los pilares de la educación se sintetizan en la expresión "amar para educar". Otras características necesarias en una familia educadora, de acuerdo con la mesa redonda titulada "Requisitos de la familia que forma", aspectos psicológicos y aspectos morales, son la fidelidad en la pareja conyugal y la "alteridad" o presencia y complementariedad de lo femenino y lo masculino. De acuerdo con el doctor Francois de Muizon, profesor de Teología Moral en Lyon, de la solidez de los lazos conyugales depende la estabilidad de toda la familia y su capacidad formativa. Asimismo, es necesaria la presencia de ambos padres, pues sólo eso permitirá a los hijos adoptar y comprender su vocación de hombre o mujer. AMOR, SEXUALIDAD Y VIDA El amor incondicional, fuente de caridad y solidaridad, es la base de toda buena educación. De él se desprende una formación capaz de comprender el verdadero significado del don de la vida y de la sexualidad humana, ya que se alimenta de la verdad. "Sólo se puede dar educación para el amor si ésta se concibe como amor por la verdad, y al mismo tiempo, verdad que se vuelve amor", señaló la doctora María Luisa Di Pietro en su conferencia "Familia y sexualidad". De acuerdo con la doctora Di Pietro, en cuanto a la educación sexual, la familia no puede ser sustituida por el Estado, escuela, o cualquier otra institución educativa, pues sólo ella puede cultivar "la vivencia de una adecuada sexualidad". Según la ponencia, una adecuada educación sexual define y enseña a la sexualidad como un "don de sí mismo", el cual responde a la necedad humana de "salir" de su soledad para comunicarse y entregarse a los demás. "Tenemos la obligación moral de educar a la persona en su masculinidad y feminidad, en su dimensión afectiva y de relación: educar la sexualidad como 'don de sí mismos en el Amor', ese amor verdadero que sabe custodiar la vida", señaló. La educación sexual debe alcanzar las siguientes metas: formación de la identidad sexual, educación a la castidad y a la procreación, educación de la vida y de la familia, así como la formación de la voluntad. En este sentido, el educador debe formar tanto la dimensión afectiva como la moral. La doctora afirmó que una buena formación en este aspecto es resultado del análisis a la pregunta: "¿Qué persona debería ser yo?". La enseñanza de la sexualidad debe incluir la enseñanza del verdadero significado de la castidad, la cual, aseguró la ponente, no significa "desestimar la sexualidad", sino todo lo contrario: "es la energía espiritual que defiende al amor del egoísmo". La doctora Di Pietro afirmó que el cultivo del valor de la castidad es fundamental en la formación sexual sana; pero, ¿cómo se logra?: reconociendo la dignidad del cuerpo humano, así como su capacidad de manifestar amor y entrega mediante una relación sexual. Para sustentar esta premisa, varias conferencias recordaron el pensamiento de Juan Pablo II al respecto: "El cuerpo entra en la categoría del 'ser' y no del 'tener', por lo cual no se puede usar. No es simple objeto de cambio. Valorar el ser sexual es comprender que el único intercambio es la donación". Lo mismo sucede con el valor de la vida. Una educación en amor comprende y valora el profundo significado de la vida humana. Durante el Congreso, la mayor parte de las conferencias resaltaron una de las características esenciales del amor en familia: su fecundidad. De acuerdo con la doctora y abogada, Helen Alvaré, el amor entre padre y madre debe ser fecundo, es decir, abierto a la vida, lo cual generará dentro del núcleo familiar una valoración adecuada de la existencia humana. En la familia se valora la dignidad humana, de todos y del más indefenso, porque en ella el amor está ligado al milagro de vivir. Es importante que los padres de familia se den cuenta de que lo que pasa en su hogar, no sólo se queda en él: la institución familiar y la sociedad son interdependientes. De acuerdo con el doctor Carl Anderson, la familia es "fuente de virtudes sociales", pues inculca valores como el respeto, la caridad, la solidaridad, la honestidad, la justicia y la paz. Estos valores, aunque practicados y desarrollados en el hogar, tarde o temprano tendrán incidencia social. "Las virtudes en familia generan, a través del coloquio con uno mismo y del diálogo interior, reflexión sobre nuestras relaciones externas", señaló el conferencista. ¿Qué se necesita para ser una familia que genere, además de virtudes personales, bienes sociales?: primero que nada, como bien lo afirmó el cardenal Bertone, la familia debe amarse. Del amor brota una educación moral basada no en un conocimiento teórico, sino en la experiencia, en el ejemplo y en la vida misma. Se trata de una educación espiritual. "Es necesario construirse con una sana antropología. Sólo la justicia, empañada por el amor, será capaz de devolver la dignidad de la persona", afirmó. No obstante, como bien lo afirmara la doctora Di Pietro, el amor no sólo es una "chispa" de sentimientos y pasiones, también se sustenta en la voluntad: es sensible y espiritual. Asimismo, de acuerdo con Anderson y con la sesión conclusiva del cardenal Bertone, la familia necesita capacitarse, valorarse a sí misma y, sobre todo, exigir el reconocimiento de sus derechos y deberes como "sujeto social". Abogar por la creación de la relación Estado-Familia, y no sólo la de Estado-Individuo. Del amor brota el respeto, la comunión, la responsabilidad, la honestidad, la solidaridad, el servicio, la entrega y la justicia. De la justicia nace la equidad, la cual, a su vez, genera el orden y la armonía. El orden y la armonía son fuente de paz social. El conjunto de conferencias en el VI Encuentro Mundial de las Familias dieron luz a este proceso que es fundamento de nuestra comunidad.
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