Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel Junio / 2009 Muchas personas buenas, es decir, la mayoría de los mexicanos que no están ubicados en posiciones prominentes ni tienen acceso a las primicias de los medios masivos de comunicación, se preguntan cada vez con mayor frecuencia y angustia: ¿por qué estamos padeciendo esta ola incontenible de evidencias de corrupción, inseguridad, secuestro, asalto, robo, mentira, ineptitud, simulación, calumnias…? Desde hace meses, todos los días escuchamos, vemos y leemos una serie interminable de referencias sobre acontecimientos tipificados claramente como delitos, que además se van convirtiendo en actos impunes. Lo más dramático es que las autoridades que deberían intervenir para evitar, contener, calificar y castigar dichos delitos, aparecen involucradas como cómplices de los mismos. La corrupción moral cada vez se evidencia más asociada a la corrupción intelectual. Pensar mal y actuar mal es, ahora con mayor frecuencia, el denominador común entre los líderes de la sociedad. Policías corrompidos por los delincuentes, autoridades políticas cómplices de las redes delictivas, y poder judicial que se deja extorsionar o propicia la extorsión, son la noticia de cada día. Los mismos medios masivos de comunicación exacerban los estados de ánimo por la forma en que exaltan y presentan los hechos. De ahí que la esperanza con la que se configuró la alternancia en el poder ejecutivo hace casi ocho años, se esté convirtiendo en una desilusión para muchos, que además no encuentran la manera correcta y eficaz para actuar frente a estas circunstancias. Sin embargo, son pocos los que han puesto la atención en la causa originaria de esta desafortunada situación. La falla principal de la organización o configuración de esta sociedad habituada a convivir con la corrupción manifestando un profundo estado de descomposición, radica en que el sistema y el método educativo durante muchas décadas, ha carecido de principios de orden moral. Se logró prácticamente abatir el analfabetismo, pero se dejó de lado el fomento a los principios de orden virtuoso en los programas educativos. Aún en los institutos tecnológicos de la más alta calificación, públicos o privados, así como en las universidades calificadas de primer nivel, públicas o privadas, es evidente la casi ausencia de una cultura (es decir, del cultivo) de virtudes morales y de comportamiento digno, así como la vigencia de virtudes intelectuales que presenten y sostengan los principios frente al relativismo imperante. Los valores morales fundados en la congruencia entre lo que se dice y lo que se hace, lo que se cree y lo que se practica, fueron desplazados hace mucho tiempo y sólo se acepta la manifestación del oportunismo escalador y prepotente de quien "triunfa" y tiene "éxito" a base de trampas y mentiras, de contubernios descarados no sólo entre los estudiantes entre sí, sino también en colusiones inmorales con los que deberían ser ejemplares y dignos profesores. Hace poco tiempo, en una de las instituciones educativas privadas más amplia y prestigiada del país, se hizo un estudio sobre los principios y motivaciones de los alumnos. Resultó que para la mayoría, la expresión de que "el que no tranza, no avanza", es el lema que impulsa sus propósitos en la vida. La solución de esta crisis educativa evidentemente no está en las figuras de los actuales liderazgos sindicales públicos, ni tampoco, por lo que se ve, en las principales figuras de las entidades gremiales de los profesores de instituciones privadas. Hacen falta liderazgos de congruencia que postulen principios de orden moral, y que también los vivan en la práctica. Con ello se configurarían los casos de ejemplaridad que invitan a los demás, por emulación, a practicarlos también. Otro elemento coadyuvante, junto con esta carencia de virtudes morales en los medios educativos, es la desintegración de la familia o la configuración de "familias incompletas" que carecen de la identidad de la figura paterna, lo que distorsiona el proceso educativo en el ámbito familiar. La palabra educación viene del vocablo "educere", que significa "hacer salir las potencialidades de cada persona" para alcanzar su plenitud. Pero es obvio que se necesita un ambiente y un cauce adecuado para que ello resulte bien logrado. En la historia de la humanidad se dan los ejemplos más contrastados de estos modos. Cuando los líderes gremiales, sociales o políticos mantienen la prédica y la práctica de las virtudes morales –como la austeridad, la moderación, el ahorro, la perseverancia, la asiduidad, la disciplina o la generosidad–, la sociedad se convierte en próspera y feliz. Por el contrario, cuando los líderes practican, y además lo hacen ostentosa y cínicamente, los vicios morales por ambiciones desmedidas de "escalar" –despilfarran, improvisan, derrochan y buscan cada vez más aparentes "satisfactores materiales" sin límites–, la sociedad se descompone y llega a los momentos como el que ahora estamos viviendo en México. La filosofía del ser, sustituida por la filosofía del tener lo más posible y al precio que sea, es la causa de la distorsión del sistema educativo carente de valores y principios, que con el tiempo se traduce en la desgracia totalitaria en la que el delito se vuelve incontenible y las personas que integramos la sociedad vivimos la angustia y la infelicidad en la que hoy estamos. Rehacer los ámbitos educativos como la familia y la escuela a base de virtudes morales e intelectuales, es el principio real de la solución a esta realidad tan degradada.
«EL RESPETO A LA LEY ENALTECE NUESTRO ESPÍRITU» . |
¡Obtén la mejor experiencia en la web!
Descarga gratis el nuevo Internet Explorer 8
http://downloads.yahoo.com/ieak8/?l=e1
No hay comentarios:
Publicar un comentario