lunes, 1 de noviembre de 2010

Los “muertos mexicanos”


Por: Mabel Salinas
Octubre / 2010


share




México es un país de colores, texturas, sabores, todo lo cual se resume en una sola palabra: tradiciones. Una de las más ricas que posee nuestro vasto territorio es su peculiar relación con la muerte, "La Calaca", "La Catrina".


Los mexicanos le hemos quitado a la muerte su sombría faz y le hemos dado ornamentos de papel picado; le hemos "perdonado" que "se lleve" a nuestros seres queridos, como se dice coloquialmente, a quienes recordamos el 2 de noviembre de cada año.


¿Cómo? Por medio de una ofrenda que reafirma el sincretismo cultural de nuestra tierra, pues combina lo europeo y lo americano; lo español y lo mexicano; amalgama la herencia de nuestras raíces indígenas con el cristianismo proveniente de la evangelización.


Todo tiene su origen en la época prehispánica, ya que los nativos rendían un culto particular a la muerte, y aunque la concebían como un proceso natural, dependiendo de la forma en que morían les aguardaba un camino distinto.


Quienes fenecían de forma natural iban al Mictlán, que quiere decir lugar de los muertos; ésa era la morada de Mictlantecuhtli –dios del inframundo para las culturas Azteca, Mixteca y Zapoteca–, en donde debían pasar una serie de pruebas durante cuatro años y posteriormente alcanzar el descanso definitivo.


En caso de que el muerto fuera un niño, éste iba a un lugar distinto, especial: la casa de Tonacatecuhtli, la diosa de la creación y la fertilidad, ahí moraban junto al "árbol de nuestra carne".


Por otro lado, quienes morían ahogados, a causa de un rayo o por alguna enfermedad relacionada con el agua, tenían como destino el Tlalocan, donde residía Tláloc, dios de la lluvia. Según la tradición, el muerto era enterrado con una rama seca que, al llegar "al otro lado", reverdecía.


Y finalmente, las personas que fallecían durante un combate o en algún sacrificio a los dioses, acompañaban al sol y cuatro años más tarde volvían a la tierra convertidos en colibríes.



LA OFRENDA

separacion


Las ofrendas datan desde esta época, ya que los indígenas solían colocar instrumentos y herramientas que los muertos necesitarían para su viaje al inframundo o al sitio que les correspondiera según fuera su caso.


Cuando se incorporó la parte religiosa la concepción cambió, pues la muerte se concibió como un paso, no a otra vida cualquiera, sino a una eterna. Fue justamente gracias al catolicismo que se estableció la fecha de la conmemoración como el 1 y 2 de noviembre, en honor al Día de Todos los Santos.



Asimismo, se comenzaron a celebrar misas en memoria del difunto, se rezaba en su nombre para que su alma fuera perdonada y, en caso de estar en el Purgatorio, pudiera arribar al Cielo. Pero a pesar de ello, algunos indígenas continuaban celebrando sus rituales clandestinamente.


Además de la parte religiosa, los españoles aportaron la utilización de las flores amarillas y de la comida, para que quienes sobrevivían al muerto "comieran con él" durante su "visita".


Ya para la época del México independiente, la festividad cobró aún mayor forma; fue entonces cuando aparecieron los dulces típicos, como las calaveras de azúcar, los muertitos de mazapán y se comenzó a "pedir calaverita".


Hoy en día las ofrendas han cambiado desde lo que fue su concepción original, ya que en lugar de contener herramientas para el paso al inframundo, tienen los alimentos preferidos del difunto que, según la tradición, viene a disfrutarlos; pero también hay otros objetos que tienen un significado particular:


Ceras y veladoras: guían a las ánimas a lo largo de su travesía para ir a sus antiguos hogares y posteriormente para volver al Cielo.


Imágenes: son la paz en el hogar, así como una aceptación para compartir los alimentos.


Copal: sirve para purificar las habitaciones.


Frutos: cada una tiene un significado. Por ejemplo, la manzana representa la sangre y la amabilidad; y la calabaza en dulce de tacha, las buenas relaciones sociales.


Pan: es el alimento más preciado.


Vaso con agua: simboliza la pureza del alma.


Flores: significa la festividad.


Sal: representa la sabiduría y purificación.



LAS INDISPENSABLES CALAVERITAS

separacion

Este bagaje cultural se suma a la naturaleza festiva de los oriundos en el suelo azteca, que con el paso del tiempo combinaron los elementos religiosos con su tradicional culto a la muerte, convirtiendo a éste en un día de conmemoración, sensibilidad y nostalgia.


Siguiendo la estela de festividad, sátira y dolor, surgieron las afamadas calaveras, que son una representación de seres vivos, cosas o incluso ideas que tienen la forma de cráneos y esqueletos, las cuales eran acompañadas con versos que ridiculizaban a los personajes públicos del momento.


Éstas son el legado del litógrafo mexicano Santiago Hernández, surgieron en 1872 y su intención era meramente política. Sin embargo, los verdaderos creadores de la tradición fueron los editores Antonio Vanegas Arroyo y su hijo Blas, dueños de una imprenta.


Las primeras calaveras eran hojas multicolores que se publicaban con grabados de Manuel Manilla y José Guadalupe Posada, las cuales tenían sátiras sobre los políticos del momento y del mismo pueblo.


Las "calaveritas" han alcanzado tal popularidad, que hoy en día, en la fechas cercanas al 2 de noviembre, se vende un libro llamado "Calaveritas Literarias", de Colecciones Pranc, hasta en las estaciones del Metro de la Ciudad de México.


He aquí un ejemplo de una de ellas.


A la economía


Por eso el 2 de noviembre, del pueblo
Se oye el lamento;
No es que sufra por sus muertos,
Más llora por el aumento.


Por lo tanto, en hogar pobre
Ya no alcanza para tortas,
Pues cuando llega el tal sobre,
O pagas o te la cortan.


Así que ¡oh! Muerte bendita,
Te encomiendo una misión,
Que al venir no seas blandita
Con los de la comisión.


Los líderes de la luz,
Hacen fiesta y se desvelan,
Al pobre le das cus, cus,
Alumbrándose con velas.


Por eso a la muerte exijo
Que ya nos lleve pa'l Cielo
Pues aquí todo está jijo
Y no encontramos consuelo.


Pero eso sí, el gobierno hace
De su mandato un cirquito,
Ojalá y se chamuscasen
Todos de un corto circuito.


Y por último a Dios ruego,
Que si nos quiere ayudar
Nos deje el sol, día y noche
Pa´ no tener que pagar.


Esto es una muestra más del ingenio mexicano que se sirve de cualquier tradición para lucrar con la creatividad.











No hay comentarios:

Publicar un comentario