Historia narrada en "El Alquimista" de Paulo Coelho. Nuestra Señora, con el Niño Jesús en sus brazos, decidió bajar a la Tierra y visitar un monasterio. Orgullosos, todos los padres formaron una larga fila, y cada uno se acercaba ante la Virgen para rendirle su homenaje. Uno declamó bellos poemas, otro mostró las iluminaciones que había realizado para la Biblia, un tercero declamó los nombres de todos los santos. Y así sucesivamente, monje tras monje, fueron presentando sus homenajes a Nuestra Señora y al niño Jesús. En el último lugar de la fila había un padre, el más humilde del convento, que nunca había aprendido los sabios textos de la época. Sus padres eran personas simples, que trabajaban en un viejo circo de los alrededores, y todo lo que le habían enseñado era a lanzar bolas al aire haciendo algunos malabarismos. Cuando llegó su turno, los otros padres quisieron terminar los homenajes, porque el antiguo malabarista no tenía nada importante para decir o hacer, y podía desacreditar la imagen del convento. No obstante, en el fondo de su corazón, él también sentía una inmensa necesidad de dar algo de sí mismo para Jesús y la Virgen. Avergonzado, sintiendo sobre sí la mirada reprobatoria de sus hermanos, sacó algunas naranjas de su bolsa y comenzó a tirarlas al aire, haciendo malabarismos, que era lo único que sabía hacer. Fue en ese instante que el Niño Jesús sonrió y comenzó a aplaudir en el regazo de Nuestra Señora. Y fue hacia él que la Virgen extendió los brazos, dejando que sostuviera un poco al Niño.
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domingo, 28 de noviembre de 2010
La Felicidad del Niño Jesús...
¿Estás atribulado?
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En Jesucristo hemos vencido ya la tentación
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DÍA DE ACCIÓN DE GRACIAS:
Sabían ustedes que: ...el Día de Acción de Gracias (Thanksgiving day) es una celebración tradicional que tiene lugar en varias partes del mundo, principalmente en Estados Unidos y Canadá? Algunos países que también lo celebran son Brasil, China, Korea, Australia, parte de India, Japón, Liberia y Malasia. Y otros mantienen una variedad de eventos similares para expresar gratitud por la cosecha de sus naciones. Las fechas de celebración de acción de gracias en cada lugar varían ligeramente dependiendo de la época de cosecha de cada nación. Por ejemplo, en los Estados Unidos y Brasil, es el cuarto jueves de cada año, en Canadá el segundo lunes de octubre. En esta celebración se reúnen en torno a una mesa familiares y amigos para compartir un banquete. Y aunque religiosa de origen, está considerada como una festividad secular. A.D.
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CEM: sin unidad, no hay esperanza
Po:r Equipo yoinfluyo.com Noviembre / 2010 La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) ha llevado a cabo su XC Asamblea Plenaria a lo largo de la semana anterior. Con la participación de 130 obispos, y la presencia del Nuncia Apostólico en México, Christopher Pierre, los prelados discutieron sobre la necesidad de lograr una mayor libertad religiosa en nuestro país, así como de los problemas sociales y políticos que aquejan la vida pública nacional. Los obispos mexicanos no dejaron de insistir frente al presidente de la República, Felipe Calderón, y al gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, en que la democracia mexicana requiere ampliar su marco legislativo en materia religiosa. "La Iglesia no busca ni pide privilegios, solo requiere un marco jurídico democrático para desarrollar una positiva colaboración en la resolución de los problemas sociales", indicó la CEM. De este modo, los prelados una vez más le recuerdan al gobierno mexicano -al de Calderón en este caso- que la apuesta por la consecución de una mayor libertad religiosa no es únicamente un reclamo de la Iglesia, sino una apuesta por la sana convivencia democrática, por el aumento de la calidad de la vida pública mexicana. En un mensaje dirigido a los fieles católicos mexicanos, los obispos indican: "En esta Asamblea nos hemos preguntado qué desafíos piden, de nuestra parte, una palabra iluminadora y una presencia comprometida (sic)". Del mismo modo, han llamado una vez a los fieles laicos a ser agentes de cambio, que inunden con su testimonio las realidades temporales en las que se desenvuelven. La unidad de la Iglesia Católica mexicana es fundamental para dar frente a los embates del secularismo y de la descristianización de la cultura y de la vida nacional. Comenzando por los pastores de la Iglesia, y siguiendo el llamado del Papa Benedicto XVI, los fieles católicos no pueden permanecer dispersos, desunidos, bajo "fuego amigo". La urgencia de los tiempos y la hostilidad del entorno no permiten rupturas internas. La Iglesia Católica necesita trabajar unida, en mayor interrelación entre jerarquía y fieles laicos. El factor de unidad no es otro más que el amor, el perdón y la reconciliación; en concreto, la persona de Jesucristo. El trabajo pastoral está reservado para unos, la labor en las tareas del mundo está reservada para otros. Los esfuerzos aislados son menos efectivos que los que se hacen de forma conjunta, entrelazada, organizada. El objetivo no cambia. La misión es la de siempre. La presencia de la Iglesia Católica mexicana, jerarquía y fieles laicos, no sólo es necesaria, es urgente. El crimen organizado, la violencia, la crisis económica, la pobreza, la corrupción y la impunidad requieren de la contundente respuesta de los católicos. La Iglesia no puede esperar. El país tampoco. |
sábado, 13 de noviembre de 2010
Religiones evangélicas crecen en América Latina
Por: Federico Müggenburg
Agosto / 2010
El Instituto Universitario de Opinión Pública (IUDOP) creado en 1986 por la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas", encargó en el año 2009 a la empresa estadounidense especializada en encuestas de opinión, "Gallup World Poll", un estudio sobre el desarrollo de las iglesias evangélicas en América Latina, que se ha hecho público recientemente.
Cabe recordar que dicha universidad pertenece a los sacerdotes jesuitas y se hizo ampliamente conocida cuando el año 1989, en pleno fragor de la guerra civil declarada por el "Frente de Liberación Farabundo Martí" de El Salvador, fueron asesinados seis jesuitas y dos mujeres que se encargaban de atender a dichos profesores universitarios en las tareas del servicio doméstico.
Muchos comentaristas de esos trágicos momentos de la historia de El Salvador coinciden en señalar que la autoría intelectual de la formación de la guerrilla en varios de los países centroamericanos se debió a la ideologización llevada a cabo por dichos padres jesuitas encabezados por Ignacio Ellacuría S.J., impregnados de los argumentos de la "teología de la liberación", que fuera el caldo de cultivo del marxismo en los ámbitos católicos.
Más aún, consta cómo el padre Luis Eduardo Pellecer Faena S.J. denunció públicamente ante los medios de comunicación y la televisión guatemalteca dicho contubernio, proporcionando los datos precisos de su pertenencia al "Ejército Guerrillero de los Pobres" en Guatemala, de las acciones violentas que él mismo y otros compañeros religiosos cometieron en Nicaragua y El Salvador, al organizar a los campesinos pobres y desesperados, provocando el estupor entre eclesiásticos y civiles del mundo entero. Claro que la contra campaña de sus Superiores jesuitas consistió en decir que: "había sido violentado y condicionado por las fuerzas de seguridad o que se había vuelto loco".
El estudio realizado por Gallup sobre el crecimiento de las diversas iglesias y sectas evangélicas muestra que si en 1988 el porcentaje de protestantismo en América Latina era del 16 por ciento, hoy se ubica en el 38 por ciento. Los datos son verdaderamente alarmantes. Las cifras más dramáticas se dan en Brasil, que hasta 1960 se mantenían por debajo del 5 por ciento, en 1990 habían crecido al 9 por ciento y hoy día están en el 22.8 por ciento.
Brasil, con más de 30 millones de protestantes de las distintas denominaciones, empieza a disputarle a Alemania, África del Sur y Nigeria, el tercer lugar con el mayor número de evangélicos después de Estados Unidos y el Reino Unido. En Centroamérica las tendencias no son halagüeñas. La encuesta indica que Guatemala pronto será un país mayoritariamente protestante, con 34.1 por ciento hoy en día.
En Honduras hay 32.1 por ciento, El Salvador 20.7, Nicaragua 28.4, Costa Rica 20.8, Panamá 16.4. En República Dominicana es de 22.3 por ciento. En Cuba no se hizo encuesta. En Chile el porcentaje es de 19.6, Bolivia 16.6, Perú 15.7, Ecuador 12.7, Argentina 11.2, Colombia 10.9, Venezuela 10.4 por ciento, Paraguay 9.5, Uruguay 9.0 y México 4.7, el más bajo de todos. Junto a estos porcentajes es necesario señalar que el saldo restante no es sólo de católicos bautizados. Por ejemplo, en Uruguay sólo está bautizado el 45.5 por ciento de la población.
En general, en América Central son católicos casi el 60 por ciento, con excepción de Guatemala que está más bajo. En las demás naciones el catolicismo fluctúa entre el 67 y el 84 por ciento y en México es el 90.3 por ciento. El resto del porcentaje se repartiría entre otras religiones, auge del secularismo, la indiferencia y las desviaciones que provocan los cismas virtuales por las acciones de los impulsores de la "hermenéutica de ruptura" a partir del Concilio Vaticano II.
Se manifiestan en tres oleadas que se implican y sobreponen cronológicamente: 1) la "teología de la liberación", "iglesia popular" y "comunidades de base", 2) "teología india", "iglesia autóctona" y "sacerdocio uxorado" y 3) "teología intercultural e interreligiosa de la liberación", "ecología de la liberación", "inculturación litúrgica indígena" y "culto a Gaia y la pachamama", como la versión acabada del "panteísmo neopagano".
Al tratar de interpretar estas cifras algunos especialistas han empezado a opinar. Varios deslindan a las iglesias históricas, anglicana (presbiteriana en EU), luterana y calvinista de las modernas denominaciones de origen e influencia actual desde Estados Unidos por los beneficios de la supresión de bebidas alcohólicas en beneficio de las familias, la atención y ayuda eficaz a los más pobres y enfermos, el rechazo a las posiciones de la "teología de la liberación", la falta de celo apostólico de algunos obispos católicos y, por supuesto, la secularización aparejada al vertiginoso progreso material en donde éste se da.
Algo notable que será necesario tomar en cuenta es que, a medida que en las iglesias históricas se empezó a incorporar a las mujeres en el sacerdocio y el episcopado e incluso a aceptar homosexuales para esos cargos, se inició una fractura entre ellos, propiciando un flujo creciente a la Iglesia Católica. Otro fenómeno indicativo se vio en el reciente mundial de futbol, cuando entre los jugadores europeos y africanos se han dado recientes conversiones al catolicismo y entre los brasileños y otros de América hay jugadores de las nuevas denominaciones evangélicas.
El resultado de la encuesta seguramente provocará más reflexiones y acciones. Pero sobre todo alertará a los católicos y a su jerarquía en relación a las consideraciones sobre el futuro del "continente de la esperanza". Es también obligado tomar nota de los frutos evidentes del Concilio Vaticano II, expresados por los seguidores de la "hermenéutica de continuidad", que se manifiestan en los "nuevos movimientos eclesiales" y el repunte de las vocaciones religiosas y sacerdotales en América Latina
Perdonar
El camino para aprender a amar es "perdonando", Quien desea crecer en el amor lo logra amando en el perdón.
Perdonar es el camino de la liberación, el que auténticamente se librera es quien perdona, echando fuera de su alma al rencor y la venganza que solamente lo envilece y lo consume.
Perdonar a pesar de tener razón y mil justificaciones para no hacerlo, se atreve a pronunciar en el interior del corazón "Perdón". Perdonar cundo te han ofendido y humillado es cuando se manifiesta la grandeza del corazón del ser humano.
Solamente el que ama auténticamente puede decir "te perdono y lo olvido". Perdonar es cuando a pesar de sentirse ofendido te atreves a dar una sonrisa de amor.
Deja hoy tus rencores, tu venganza que anhela ver a quien te ha ofendido de rodillas pidiendo clemencia. Deja hoy ese fuego que enciende tu cólera y abraza tu ser de rabia y rencor, cuando ha sido pisoteado tu orgullo y has sido lastimado en lo más profundo, cuando deseas con todas tus fuerzas ver fulminado al que te ha ofendido.
Te pregunto, ¿serás hoy capaz de perdonar a ese amigo tuyo que te traicionó, aquella ofensa de alguien que creías no te podía fallar y hoy le puedes demostrar que lo amos? ¿Serás hoy capaz de llenar tu alforja de olvido y salir al encuentro con lo único que puedes ofrecer, tu perdón y continuar tu camino de paz al encuentro de Dios?
Hoy libérate y camina como un niño extraviado a los brazos de una madre llena de amor, como el ciego al encuentro de la luz. Hoy perdona y olvida, eleva tu alma a las estrellas y encuentra la paz.
Dios, se que tu grandes y tu mas sublime expresión de amor es perdonar. Dame la sabiduría, la comprensión y la fuerza para convertirme en amor, y sin dar espacio ni tregua al odio, entregar la vida por los que amo.
Señor, tu lo sabes mejor que nadie, conoces el corazón del hombre y sabes que hoy deseo amar como nunca imaginé, Señor gracias, hoy al fin he perdonado por amor.
Hoy perdonaré para siempre y arrojare de mi alma todos aquellos rencores que me envilecen y me atan al pasado, hoy estoy dispuesto a olvidar, hoy me demostraré a mi mismo mi capacidad de amar.
E.G.D.T.
Muerte y esperanza cristiana
La esperanza cristiana es la certeza que tenemos del cumplimiento de las promesas de Cristo.
Por: Querien Vangal
Noviembre / 2010
El hombre es un "ser para la muerte", decía Martin Heidegger. Partiendo del presupuesto que en este mundo nadie tiene experiencia de su propia muerte, sino que sólo experimenta la muerte ajena, "del otro", veamos "lo que dicen" los muertos para reflexionar después sobre lo que aporta la esperanza cristiana ante este "drama". Y así, los difuntos en sus epitafios han dejado su última palabra. He aquí algunos de ellos:
"Como te ves, yo me vi. Como me ves, te verás. Piensa un poco y no pecarás".
"Ay de aquel que nada espera más que el polvo sepulcral, pues roto el vaso mortal donde vive aprisionada, salva el alma o condenada, entra en la vida inmortal".
"Revolucionario sin rencor".
"Malditas las manos que roben mis flores".
"No quiero, cuando me muera, nada con el otro mundo, quiero quedarme en la tierra. Quedarme sólo en la tierra sin paraíso ni infierno, ni purgatorio siquiera. Quedarme como se quedan, sobre el suelo humedecido del bosque, las hojas muertas".
"Aquí la ambición termina, la tumba fría te espera
con unas flores marchitas y el pijama de madera".
"He cambiado de domicilio. Ahora habito en la Casa del Padre".
"Gracias por su visita, perdonen que no me levante".
"Estoy aquí en contra de mi voluntad".
"Se vieron un momento aquí en el suelo,
y sus restos unió la misma losa.
Dios una así sus almas en el cielo,
que es la última esperanza de consuelo,
para quien pierde a par hijo y esposa".
En unas pocas palabras quedan selladas distintas visiones del mundo, incomparables maneras de afrontar la vida y diversas actitudes al llegar a la muerte. En resumen, algunas reflejan vidas sin esperanza, otras sólo esperanzas meramente humanas y otras más una auténtica esperanza cristiana.
¿Qué es, entonces, la esperanza cristiana? "Es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo" (C.I.C.1817).
La esperanza cristiana se convierte así en una certeza, porque Cristo nos ha dicho con su vida que la muerte no tiene la última palabra, que sólo es la puerta que nos conduce a la eternidad. Cristo nos invita a creer en Él, a trabajar duramente para que nuestros actos sean gratos a los ojos de Dios y a confiar en su misericordia infinita con la que quiere acogernos en la morada celestial.
La esperanza cristiana se puede manifestar concretamente al visitar los cementerios en el día de muertos para rezar por los difuntos. Esto, además de ser un acto de misericordia con las almas de los difuntos, nos puede ayudar para acrecentar en nuestra alma la esperanza de poder llegar un día a la Casa del Padre.
Hay un proverbio latino que dice: qualis vita, finis ita. Ampliamente la podríamos traducir así: "como sea la vida, así será la muerte". En los epitafios los muertos dejan sus últimas palabras, queda a los vivos esculpir durante su vida "epitafios de esperanza" y dejar al Dios misericordioso la Última Palabra.
La apuesta de la Iglesia en el Bicentenario
Texto: Conferencia del Episcopado Mexicano
Todos los Obispos del país en comunión, a través de la Carta Pastoral titulada Conmemorar nuestra historia desde la fe, para comprometernos hoy con nuestra Patria, desean compartir con el Pueblo de México un ejercicio de discernimiento histórico de nuestra Nación, así como un mensaje de compromiso, fe y esperanza frente al futuro.
Síntesis de la Carta Pastoral "Conmemorar nuestra historia desde la fe, para comprometernos hoy con nuestra Patria"
Todos los Obispos del país en comunión, a través de la Carta Pastoral titulada Conmemorar nuestra historia desde la fe, para comprometernos hoy con nuestra Patria, desean compartir con el Pueblo de México un ejercicio de discernimiento histórico de nuestra Nación, así como un mensaje de compromiso, fe y esperanza frente al futuro.
PARTE I: UNA MIRADA A LA PROPIA HISTORIA DESDE LA FE
En esta Primera Parte de la Carta Pastoral, la más larga de las tres que la componen, señalan que: "La gestación y el crecimiento de una nación es un proceso siempre prolongado y nunca totalmente acabado, con luces y sombras que hay que acoger con espíritu generoso y también agradecido hacia quienes contribuyeron a su realización" (No. 8).
(…) Los Obispos manifiestan por otra parte que "para acercarnos a la comprensión de la conciencia histórica de nuestra patria, debemos tener en cuenta que la fe católica ha sido un elemento presente y dinamizador en la construcción gradual de nuestra identidad como Nación" (No. 12). No sin antes recordar que "en nuestros pueblos, el Evangelio ha sido anunciado presentando a la Virgen María como su realización más alta.
Sin embargo, fue el Acontecimiento Guadalupano, el encuentro y diálogo de Santa María con el indígena Juan Diego, el que obtuvo un eco más profundo en el alma del pueblo naciente, cualitativamente nuevo, fruto de la Gracia que asume, purifica y planifica el devenir de la historia" (No. 11).
El desarrollo histórico de esta Primera Parte es muy rico, condensado y valioso. Inicia con un conjunto de reflexiones generales sobre estas dos gestas. De entre éstos, señalamos algunos subtítulos correspondientes a esta parte: Evangelización y Acontecimiento Guadalupano, La fe como elemento dinamizador, Catolicismo renovado y pensamiento ilustrado, Tres antecedentes de la Independencia, Post-independencia, Presencia del catolicismo social, Búsqueda de Justicia y democracia.
Posteriormente, desarrollan algunas particularidades que tienen que ver directamente con la participación de la Iglesia tanto en la Independencia como en la Revolución. Entre los temas que abordan de manera específica en el caso del primero, están: Reprobación del levantamiento, acusaciones y excomunión contra Miguel Hidalgo y José María Morelos, protagonismo de los laicos, Nación independiente e Iglesia libre, entre otros.
Para la Revolución, entre los más importantes están: Despertar social católico, El Partido Católico y la "leyenda negra", Catolicismo social y liberalismo intransigente, el artículo 123 y la Rerum Novarum, entre otros. Entre los puntos que destacan sobre la reflexión que los Obispos hacen sobre la Independencia, pueden señalarse los siguientes:
a) La Iglesia novohispana se mantuvo siempre en comunión con la Sede Apostólica de Roma, aunque mediatizada por el Patronato regio, sobre todo en tiempo de las reformas borbónicas que exacerbaron la injerencia de la Corona en asuntos estrictamente eclesiásticos.
b) A mediados del siglo XVIII se produjo un sacudimiento político, religioso y social, motivado por la invasión de ideas y costumbres procedentes de la Revolución Francesa. Lo rescatable de este movimiento fueron los principios de la Declaración de los Derechos del Hombre. De estas corrientes de pensamiento se hará derivar el derecho a oponerse a toda opresión hasta lograr la liberación, resistiendo a la dependencia de la Corona española.
c) Ciertamente las reformas borbónicas incrementaron las cargas tributarias y la explotación; se adoptaron por otra parte medidas restrictivas a las prácticas religiosas sobre la ya menguada libertad de la Iglesia con el consiguiente aumento no sólo del descontento sino de la pobreza del pueblo. Entre tanto, el clamor contra el "mal gobierno" iba adquiriendo mayor resonancia, exacerbado por el caos producido por la deposición del monarca español, por la insensibilidad de los gobernantes y el despotismo reinante.
d) No fue fortuito el hecho de que el símbolo escogido por el movimiento libertario fuera el estandarte de Santa María de Guadalupe que, años más tarde, sería proclamada por Morelos como "La Patrona de Nuestra Libertad". Ciertamente, sin el ingrediente religioso, este movimiento o no se hubiera producido o habría tomado otro rumbo (No. 33).
e) La represión contra la Insurgencia continuó conculcando el derecho natural, el de gentes y el canónico. También continuaron los excesos de algunos insurrectos. Hubo víctimas inocentes por doquier. Proliferó el bandidaje y la lucha se volvió regional y persistente durante una década, lo cual muestra la profundidad de las heridas y lo grave de los males sociales. No es de extrañar que en este contexto numerosos clérigos y laicos clamaran por la paz, la reconciliación y el perdón.
f) En el proceso de consumación de la Independencia se ve disminuir notablemente el número de clérigos y se incrementa el protagonismo de los laicos católicos. Por lo demás, así lo exigía el mismo proceso de la lucha por la Independencia. La mayoría de los clérigos que participaron lo hicieron sobre todo en la consejería, la asesoría y el debate. La Iglesia participó en el homenaje de los caudillos insurgentes, recibiendo solemnemente los restos mortales de Miguel Hidalgo, de José María Morelos, y otros, en la Catedral Metropolitana de la Arquidiócesis de México (No. 42).
Con relación a la Revolución, los Obispos señalan que a finales del siglo XIX tuvo lugar un vigoroso renacimiento del catolicismo de impronta social, cuya expresión singular fueron las numerosas reuniones sociales, inspiradas en las enseñanzas del Papa León XIII, principalmente por la encíclica Rerum Novarum.
Como todo movimiento armado, la Revolución generó zozobra, sufrimientos y penas en el pueblo pobre, a quien se intentaba beneficiar. La guerra postrevolucionaria atrajo violencia singular y a la Iglesia Católica una persecución originada por la ideología liberal y atea de algunos que la impulsaron. El martirio sufrido por muchos cristianos permanecerá como testimonio de los acontecimientos.
Manifiestan que los católicos estuvieron presentes y participaron activamente en los inicios de la Revolución Mexicana de diversas maneras y en diversos grados, por ejemplo al lado de los movimientos y grupos sociales del momento: porfiristas, reyistas, maderistas, liberales y anarcosocialistas. Sin embargo, al sonar el llamado "campanazo político" al comienzo del siglo XX, su participación tuvo un mayor grado y significado (números 43 y 44).
A pesar de las hostilidades, manifiestan los Obispos, los católicos percibieron con razón el fruto de sus luchas en la redacción del artículo 123 de la Constitución, donde reconocieron la doctrina de la Rerum Novarum, que había sido su gran bandera a favor de la justicia social y de una patria mejor.
Para terminar esta parte de revisión histórica los obispos de México afirman que "con profunda gratitud, hemos contemplado la presencia de Jesucristo en la historia de nuestra Nación. Hemos valorado las acciones de muchos hombres y mujeres que con sus virtudes, e incluso sus defectos, han participado decididamente en la construcción y desarrollo de nuestra Patria, especialmente en los momentos más decisivos de la historia, como lo ha sido el Movimiento de Independencia y la Revolución Mexicana.
ARTE II: SERVIR A LA NACIÓN, COLABORANDO A CONSTRUIR UN PROYECTO CULTURAL DESDE LA FE
En esta Segunda Parte, que comprende treinta y ocho parágrafos, los obispos manifiestan que, en continuidad a los anteriores esfuerzos, e inspirados por las recientes enseñanzas del Papa Benedicto XVI, principalmente por su reciente encíclica social Caritas in veritate, y por la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe ("Aparecida"), ahora queremos proponer y ofrecer este nuevo esfuerzo, haciendo hincapié en el tipo de cultura que los discípulos de Jesús debemos fomentar para mostrar la vitalidad de la fe y para colaborar en la construcción de un proyecto nuevo al servicio de la Nación, en el momento actual.
Señalan que, antes de que la fe pueda reflejarse en la vida social, su itinerario natural exige pasar por el ámbito de la conciencia personal, de las convicciones, de los estilos de vida que lleven a una conversión, es decir a un "cambio de mentalidad" que transforme e impacte la propia vida y el entorno social. La cultura, indican es, "todo aquello con lo que el hombre afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corporales".
La Nación Mexicana, afirman los obispos, es una realidad cultural que no puede ignorar que la fe en Jesucristo es una de sus más profundas raíces, que se manifiestan en buena parte en nuestro particular modo de ser como pueblo. No desconocemos, agregan, que en México existen otras raíces culturales u otras presencias sociales significativas que también contribuyeron a delinear el perfil de nuestro Pueblo.
Lo que deseamos señalar, es que el cristianismo, como experiencia presente, ha configurado y de hecho continúa configurando una parte importante de la vida personal y comunitaria de los mexicanos. Afirman por ello que: "La nación es una realidad socio-cultural anterior al Estado. Esto quiere decir que nuestra Patria no nace a partir del poder político y sus instituciones, sino que emerge gradualmente, a partir del siglo XVI, como una realidad mestiza a partir de los pueblos autóctonos que eran eminentemente religiosos, desde la nueva propuesta de los pueblos europeos y desde la experiencia cristiana.
La fe en Jesucristo logró que quienes se veían distantes y antagónicos, se reconocieran como hermanos. La fe en Jesucristo permitió encontrar puentes que nos acercaran y nos invitaran a privilegiar la reconciliación sobre el encono. La fe en Jesucristo ha colaborado a gestar un ambiente solidario entre los mexicanos, que hace que nuestra cultura posea un inmenso acervo de humanidad y calidez" (No. 65), todo ello gracias al Acontecimiento Guadalupano, que confirmó el mensaje dado por muchos grandes evangelizadores, y promovió entre otros el acercamiento al Verbo Eterno.
Estas consideraciones, nos dicen los Obispos, nos permiten comprender que la Nación Mexicana, entendida como una realidad cultural profunda, posee una soberanía anterior al Estado. De tal forma que acontecimientos históricos tan importantes, como la Independencia y la Revolución, deben ser interpretados en base a la continuidad del mismo pueblo que conforma esta Nación.
El sustrato cultural de este proyecto al servicio de la Nación, que debe construirse por todos los mexicanos, dicen los Obispos, debe "privilegiar tres características, desde las que se entreteje nuestra cultura: a) el anhelo humano legítimo que busca libertad y justicia, a partir de los reclamos que brotan de la naturaleza profunda de cada persona; b) una inspiración cristiana que anima a las personas a luchar en favor de la promoción humana individual y social con una perspectiva trascendente, y c) un diálogo plural con el conjunto de ideologías que no siempre coinciden con la propuesta cristiana, pero buscan también el desarrollo humano" (No. 67).
Vivimos, reconocen, en una sociedad plural. Por lo que la Iglesia Católica no pretende imponer un sólo modo de interpretar la realidad, sino que propone, con respeto a la libertad de cada persona, una cultura a favor de la vida y la dignidad de cada hombre y mujer que participa en la Nación Mexicana. También señalan que vivimos en un Cambio de Época en el que los grandes referentes de la cultura y de la vida cristiana están siendo cuestionados, afectando la valoración del hombre y su relación con Dios.
La mayor amenaza a nuestra cultura, afirman, está en querer eliminar toda referencia o relación con Dios. Algunos grupos identificados con un laicismo radical han buscado eliminar un horizonte trascendente de todo proyecto de futuro, provocando con ello un enorme vacío existencial, en tanto que no logran satisfacer los anhelos de realización y felicidad inscritos en lo más profundo del corazón humano:
Al abordar específicamente el tema de la libertad religiosa, señalan que se requiere de la vigencia completa del derecho humano a la libertad religiosa. Ésta la definen como el derecho de la persona que abraza no sólo a los creyentes sino aun a los no creyentes en su derecho a vivir con plena libertad las opciones que en conciencia se realizan sobre el significado y el sentido último de la vida.
El ejercicio de esta libertad incluye tanto la vida privada como la pública, el testimonio individual y la presencia asociada, con el único límite del respeto al derecho de terceros. Reconocen la necesaria separación entre el Estado y la Iglesia, lo que no implica desconocimiento o falta de colaboración entre ambas instituciones.
Al contrario, afirman que son particularmente conscientes, que el Estado y la Iglesia, cada uno a su modo, deben encontrar caminos de colaboración que les permitan servir a las personas y a las comunidades. Señalan también que este derecho no debe ser interpretado jamás como una búsqueda de privilegios por parte de ninguna confesión religiosa (Números 81 y 82).
PARTE III: PROTAGONISTAS TODOS, EN LA CONSTRUCCIÓN DE UN FUTURO CON ESPERANZA
En esta parte, los Obispos señalan que la Iglesia tiene el derecho de participar, a través de sus ministros y fieles laicos, según sus propias funciones y responsabilidades, en la construcción de la cultura de la vida, aportando lo que les es más propio, a partir de la cosmovisión del mundo y sobre todo de la concepción que del hombre tienen, que se caracteriza por su trascendencia, su dignidad inviolable y su realización eminentemente social:
"Es nuestra visión del hombre la que queremos ofrecer, en tanto que reconocemos que él es el medio, sujeto y fin de toda cultura, de toda actividad humana y dinámica social. Posee derechos que emanan de su propia naturaleza, que siempre se le deben respetar. El cristianismo, además, adiciona aspectos que presuponen la fe. La dignidad del hombre para nosotros no sólo se deriva de su naturaleza, sino de su calidad de hijo de Dios, así como de haber sido redimido por Cristo y llamado a la felicidad eterna" (No. 100).
Señalan que la cultura moderna, sin negar todos los beneficios que de ella tenemos, se ha caracterizado principalmente por un deseo desmedido de autonomía del hombre, lejos de referencia trascendente alguna.
Hoy, dicen: "presenciamos manifestaciones culturales que hunden sus raíces en la crisis del sujeto que es cada vez más egocéntrico, contradictorio consigo mismo en tanto que busca afirmar 'sus propios derechos', rechazando todo elemento objetivo. La verdad en este contexto cultural tiene una connotación negativa, asociada con conceptos tales como dogmatismo, intolerancia o imposición" (No. 104).
Los obispos dicen estar convencidos de que "el hombre debe reconocerse creado y partícipe de una realidad mucho más amplia que una visión individualista, relativista y egocéntrica. Por ello, no puede pretender regir su vida sin dar cuenta, objetivamente, de sus razones y de su comportamiento. La superación de una visión fragmentada de la realidad, apoyada en un relativismo con que interpreta su propia naturaleza, sólo puede ser lograda a la luz de la razón humana llamada a conocer la verdad, y a la luz de la Revelación Divina que se manifiesta al corazón humano como plenitud del amor en Jesucristo" (No. 105).
Nuestra conciencia, afirman, "debe mantenerse sensible frente a los nuevos rostros de pobreza y a los rezagos históricos de nuestro País. Dentro de los nuevos rostros de pobreza, nos afligen y preocupan sobre todo los millones de migrantes que no han encontrado las oportunidades para una vida mejor y se ven obligados a dejar lo más propio, una familia, un pueblo, o incluso la Patria que los vio nacer.
Los desempleados, víctimas de la economía utilitarista; los campesinos desplazados por no pertenecer al mundo de la tecnología y del mercado global, y los indígenas, que siguen siendo los grandes excluidos del progreso y objeto de múltiples discriminaciones. Los niños en condición de calle en las ciudades y la situación de muchos jóvenes y adolescentes que desde su temprana edad son reclutados por el crimen organizado para participar en actividades ilícitas, sembrando en ellos gérmenes de maldad" (No. 112).
Señalan que, los ideales de libertad, justicia e igualdad, por los que lucharon nuestros compatriotas en la Independencia y la Revolución Mexicana, nos siguen interpelando hoy con mayor fuerza. "Somos una sociedad marcada por graves y escandalosas desigualdades sociales y por nuevos rostros de violencia criminal que impiden nuestra reconciliación" (No. 114). Solamente bajo la lógica de la justicia, la caridad y la verdad, concluyen, seremos capaces de colaborar en la construcción de una sociedad solidaria y fraterna.
Ante esta realidad que nos apremia en el tiempo presente, los Obispos proponen a todos los sectores que conforman la sociedad, asumir tres prioridades fundamentales en el camino de nuestro desarrollo como Nación:
a) Queremos un México en el que todos sus habitantes tengan acceso equitativo a los bienes de la tierra. Un México en el que se promueva la superación y crecimiento de todos en la justicia y la solidaridad; por lo que necesitamos entrar decididamente en un combate frontal a la pobreza.
b) Queremos un México que crezca en su cultura y preparación con una mayor conciencia de su dignidad y mejores elementos para su desarrollo, con una educación integral y de calidad para todos.
c) Queremos un México que viva reconciliado, alcanzando una mayor armonía e integración en sus distintos componentes sociales y con sus diferentes orientaciones políticas, pero unificado en el bien común y en el respeto de unos y otros.
CONCLUSIÓN: UNA MIRADA DE ESPERANZA
Los Obispos señalan finalmente en las conclusiones que su mirada hacia el futuro está llena de esperanza porque somos un pueblo con una gran riqueza humana y cristiana. Nuestras raíces, nuestra historia y nuestra cultura nos piden estar a la altura de nuestros antepasados. A los creyentes, por otro lado, les recuerdan los Obispos que nuestra esperanza está fincada, más allá de nuestras posibilidades humanas, en sí mismas valiosas, en la firme voluntad divina, manifestada en Jesucristo, de conducir la historia de la humanidad hacia la plenitud de la vida y la salvación. Nuestra esperanza, afirman, es sobre todo, esperanza en Dios (números 136 y 137).
Confiados en el valor de la oración exhortan a dar gracias a Dios por todos los beneficios que ha recibido nuestra patria, a pedir perdón por las infidelidades de sus miembros, a hacer sufragios por los que murieron en luchas sangrientas, así como pedir la gracia y creatividad en la caridad necesarias para impulsar junto con todos los mexicanos, un verdadero desarrollo para nuestro país. Finalmente invitan a unirse en plegaria con la oración que la Santa Madre Iglesia nos propone, en la Solemnidad de nuestra Señora de Guadalupe, "Patrona de nuestra Libertad" (No. 140).
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