Por: René Mondragón
Septiembre de 2010
Durante los siguientes meses, los mexicanos veremos las diferentes pasarelas políticas. Señores que van y vienen; eventos organizados ex profeso para hacer lucir a alguien; entrevistas en mangas de camisa y en la camioneta del candidato –pa'que se vea que sí trabaja, aunque nunca lo veréis despeinado-; declaraciones, empujones, codazos y patadas por encima y por debajo de la mesa, todo, con tal de que el "voto popular" le favorezca a ese alguien.
Cambiar, sí… ¿para dónde?
Dentro de las curiosidades del sistema político mexicano actual, que ni transita, ni se queda inmóvil; que usa toda la jerga democrática, pero añora los días del autoritarismo presidencial; que habla de pluralidad, excluyendo lo más que se pueda a quienes piensen diferente, ya se ha vuelto común el hecho de hacer mención a los escenarios y premoniciones rumbo al 2012.
Creo que todo mundo está de acuerdo. Es necesario que las cosas cambien. Sí, pero ¿para dónde? Porque unos quisieran regresar a los 71 años de arbitrariedades, falsa democracia, presidencialismo a ultranza -dedazos incluidos- y enriquecimiento comprensible de las familias revolucionarias.
Otros, quisieran mutar y convertirse en émulos de una mezcla entre Lula da Silva, Cristina Fernández de Kirchner, Evo Morales y Chávez, pero a la tabasqueña-chilanga. Algo difícil, sin duda, pero viable en el mundo fantástico de las izquierdas.
Como "El Chinito"
Es evidente que lo peor de todo sería que los mexicanos bicentenarios –digo, por aquello de las celebraciones, no por las edades- nos quedáramos como "El Chinito", nada más mirando.
Una orientación interesante la acaba de ofrecer Benedicto XVI durante el discurso que pronunció en su vista a Carpineto Romano, lugar de nacimiento de León XIII, autor de toda una serie de documentos de carácter político, empezando con la Rerum Novarum, esscrita en 1891.
Los católicos y la política
En su mensaje, el Pontífice precisó muchos aspectos que valen la pena compartir con nuestras hermosísimas lectoras y respetables lectores.
- En principio, los católicos somos una "realidad histórica", como señala el Papa. Y, ya sea actuando de forma individual o asociados, los cristianos son una "fuerza benéfica y pacífica de cambio profundo", que apuesta por el desarrollo de la misma realidad.
- Esta presencia y acción de los católicos ha sido impulsada, desde siempre, por la Doctrina Social de la Iglesia para favorecer transformaciones válidas, legítimas y perdurables.
- Seguir a Cristo, desde cualquier ámbito humano, pero especialmente desde la vocación política, es "comprometedor" y no puede depender de "entusiasmos y oportunismos", como el mismo Obispo de Roma señala.
- En la política, como en el resto de la actividad humana, "sin la oración, sin la unión interior con Dios, no podemos hacer nada". Por lo mismo, la acción pública del político católico, no transmite, como refiere Benedicto XVI, entelequias abstractas, sino un mensaje que conjuga fe y vida, verdad y realidades concretas.
- Ciertamente, vivimos momentos de un anticlericalismo recalcitrante y radical. El Papa tampoco se ha visto exento de ataques y calumnias. Rumbo al proceso electoral del 2012, los católicos podemos ofrecer una participación proactiva; actitudes y expresiones constructivas; riqueza de contenidos para configurar las políticas públicas y los programas de gobierno. Pero, adicionalmente, contamos y, por lo mismo, ofrecemos principios sólidos, universales, capaces de lograr una apertura adecuada, a fin de afrontar -como afirma León XIII- los nuevos desafíos, sin complejos ni temores; sin fatuidad ni superficialidades pasajeras.
Después de todo, los cristianos en lo general, los católicos en particular, y los políticos católicos en especial, están llamados a ser sal y luz del mundo, como lo refiere la Sagrada Escritura. Visto así, las elecciones y la democracia rumbo al proceso presidencial del 2012, adquieren matices completamente diferentes
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