jueves, 30 de septiembre de 2010

La verdadera caridad

 

Por: Querien Vangal

Septiembre / 2010

 

Existe una tendencia a mostrar la caridad casi exclusivamente como si fuera la virtud por la cual se busca sólo aliviar los sufrimientos del cuerpo. Parecen olvidar que Nuestro Señor enseñó que primero se debe a amar a Dios y, en segundo lugar, al prójimo como a uno mismo.¿Dónde está el equilibrio?

 

Plinio Corrêa de Oliveira

 

Así como el agua verdaderamente pura no nace en los valles sombríos sino que , saliendo de lo más profundo de las entrañas de la tierra, se eleva hasta las cumbres de los montes, de donde brota en arroyos cristalinos; así también la verdadera caridad no es el sentimiento que tiene su origen en las afecciones naturales, transitorias y caprichosas de los hombres entre sí, sino en el amor que, saliendo de lo más profundo del corazón humano, se eleva hasta Dios, y desde allá, como de una vertiente limpia y cristalina en lo alto de una montaña, desciende sobre todas las criaturas.

 

La primera caridad, por lo tanto, la caridad verdadera y exenta del lodo de los afectos humanos, es la que se eleva directamente a Dios.

 

Pero el amor de Dios bien entendido no se limita a una adoración inerte y exclusiva, sino que se refleja sobre los hombres, criaturas del propio Dios.

 

Son éstos los datos que nos proporciona la Fe. Y la observación directa de los hechos que nos cercan confirma claramente la Fe, ya que el verdadero amor al prójimo sólo se encuentra en las criaturas que tienen verdadero amor a Dios.

 

Nunca se ha visto a un ateo besar, en un delirio de amor, las llagas repelentes de un leproso, como hizo San Francisco de Asís.

 

Y nunca se consiguió mantener un hospital con enfermeras sin Fe, con el celo y la perfección continua con que lo hacen las Hermanas de la Caridad.

 

El verdadero amor al prójimo, por lo tanto, sólo puede ser entendido como un reflejo del amor de Dios.

 

Pero los hombres son animales racionales, dotados de un cuerpo material y mortal, y de un alma inmaterial e inmortal. La importancia del alma, evidentemente, es mucho mayor que la del cuerpo. El cuerpo sano nada es para un alma infeliz sino una prisión insoportable, cuyas cadenas son tantas veces quebrantadas por el suicidio.

 

Así, los males del alma, los pecados, las infelicidades de todo tipo, constituyen para el individuo un peso mucho más doloroso y mucho más terrible que todos los padecimientos físicos.

Efectivamente, cuando muere el cuerpo, desaparecen con él todas las enfermedades. El alma no muere y pagará sus pecados eternamente.

 

Por eso el Cristianismo muestra el inmenso deseo que tuvo Dios Nuestro Señor de salvar nuestras almas. No fue para salvar cuerpos que el Redentor vino al mundo y que un Dios se hizo inmolar en expiación de los pecados de sus criaturas. No fue para salvar los cuerpos que la Iglesia fue instituida, ni es para salvar cuerpos que los Sacramentos existen. Almas, almas y siempre almas, es lo que desea Jesús. Cuando curaba cuerpos, fue constantemente con el fin principal de salvar almas. Y, por el contrario, muchas veces envía grandes dolores físicos a algunas personas para atraerlas a la penitencia por medio del sufrimiento. Esto significa que El permite que los cuerpos se enfermen para que las almas se salven.

 

Por consiguiente, las verdaderas obras de caridad en la vida activa no son únicamente aquellas que se destinan al alivio de los sufrimientos físicos, sino, y de un modo especial, a curar las almas.

Si estas verdades hubiesen sido comprendidas, hace mucho tiempo que habríamos organizado una acción social católica en este sentido. Y nuestro País, en vez de debatirse en la más terrible crisis moral, daría al mundo un ejemplo de carácter, digno de nuestro pasado.

 

Pero los fondos destinados a las asociaciones piadosas han sido casi exclusivamente empleados por las almas caritativas en hospitales y en limosnas para los pobres: ciertamente una acción muy loable, pero menos noble y menos agradable a Dios que las que tienden a propagar el Reino de Cristo.

 

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Doctor de la Iglesia Católica-Cristiana


Por: Querien Vangal

septiembre / 2010

 

El día 30 de septiembre se festeja en Ciudad Ixtepec a su santo patrono; san Jerónimo, Doctor, es la fiesta del pueblo.  Obviamente se habla mucho del santo, pero ¿Quién fue san Jerónimo?  Muchos no saben quien fue y qué hizo.

 

Memoria de san Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia, que, nacido en Dalmacia, estudió en Roma, cultivando con esmero todos los saberes, y allí recibió el bautismo cristiano. Después, captado por el valor de la vida contemplativa, se entregó a la existencia ascética yendo a Oriente, donde se ordenó de presbítero. Vuelto a Roma, fue secretario del papa Dámaso, hasta que, fijando su residencia en Belén de Judea vivió una vida monástica dedicado a traducir y explanar las Sagradas Escrituras, revelándose como insigne doctor. De modo admirable fue partícipe de muchas necesidades de la Iglesia y, finalmente, llegando a una edad provecta, descansó en la paz del Señor (420).


Etimología: Jerónimo = Aquel que lleva nombre santo, viene del griegoEl IV siglo después de Cristo, que tuvo su momento importante en el 380 con el edicto del emperador Teodosio que ordenaba que la fe cristiana tenía que ser adoptada por todos los pueblos del imperio, está repleto de grandes figures de santos: Atanasio, Hilario, Ambrosio, Agustín, Crisóstomo, Basilio y Jerónimo.


Este último nació en Estridón (Dalmacia) hacia el año 340; estudió en Roma y allí fue bautizado. Su espíritu es enciclopédico: su obra literaria nos revela al filósofo, al retórico, al gramático, al dialéctico, capaz de pensar y escribir en latín, en griego, en hebreo; escritor rico, puro y robusto al mismo tiempo. A él se debe la traducción al latín del Antiguo y del Nuevo Testamento, que llegó a ser, con el titulo de Vulgata, la Biblia oficial del cristianismo.


Jerónimo es de una personalidad fortísima: en cualquier parte a donde va suscita entusiasmos o polémicas. En Roma fustiga los vicios y las hipocresías y también preconiza nuevas formas de vida religiosa, atrayendo a ellas a algunas mujeres influyentes patricias de Roma, que después lo siguen en la vida eremítica de Belén.


La huída de la sociedad de este desterrado voluntario se debió a su deseo de paz interior, no siempre duradero, porque de vez en cuando reaparecía con algún nuevo libro. Los rugidos de este "león del desierto" se hacían oír en Oriente y en Occidente. Sus violencias verbales iban para todos. Tuvo palabras duras para Ambrosio, para Basilio y hasta para su amigo Agustín que tuvo que pasar varios tragos amargos. Lo prueba la correspondencia entre los dos grandes doctores de la Iglesia, que se conservan casi en su totalidad. Pero sabía suavizar sus intemperancias de carácter cuando el polemista pasaba a ser director de almas.


Cuando terminaba un libro, iba a visitar a las monjas que llevaban vida ascética en un monasterio no lejos del suyo. El las escuchaba, contestando sus preguntas. Estas mujeres inteligentes y vivas fueron un filtro para sus explosiones menos oportunas y él les pagaba con el apoyo y el alimento de una cultura espiritual y biblica. Este hombre extraordinario era consciente de sus limitaciones y de sus propias faltas. Las remediaba dándose golpes de pecho con una piedra. Pero también se daba cuenta de sus méritos, tan es así que la large lista de los hombres ilustres, de los que hizo un breve pero precioso resumen (el De viris illustribus) termina con un capítulo dedicado a él mismo. Murió a los 72 años, en el 420, en Belén.


Si quieres ahondar más en la vida de Jerónimo consulta corazones.org en donde también tienen una biografía completa de San Jerónimo

 

 

 

viernes, 24 de septiembre de 2010

Cristianos, motor de cambio en 2012

 

Por: René Mondragón  

Septiembre de 2010

 

Durante los siguientes meses, los mexicanos veremos las diferentes pasarelas políticas. Señores que van y vienen; eventos organizados ex profeso para hacer lucir a alguien; entrevistas en mangas de camisa y en la camioneta del candidato –pa'que se vea que sí trabaja, aunque nunca lo veréis despeinado-; declaraciones, empujones, codazos y patadas por encima y por debajo de la mesa, todo, con tal de que el "voto popular" le favorezca a ese alguien.

 

Cambiar, sí… ¿para dónde?

 

Dentro de las curiosidades del sistema político mexicano actual, que ni transita, ni se queda inmóvil; que usa toda la jerga democrática, pero añora los días del autoritarismo presidencial; que habla de pluralidad, excluyendo lo más que se pueda a quienes piensen diferente, ya se ha vuelto común el hecho de hacer mención a los escenarios y premoniciones rumbo al 2012.

 

Creo que todo mundo está de acuerdo. Es necesario que las cosas cambien. Sí, pero ¿para dónde? Porque unos quisieran regresar a los 71 años de arbitrariedades, falsa democracia, presidencialismo a ultranza -dedazos incluidos- y enriquecimiento comprensible de las familias revolucionarias.

 

Otros, quisieran mutar y convertirse en émulos de una mezcla entre Lula da Silva, Cristina Fernández de Kirchner, Evo Morales y Chávez, pero a la tabasqueña-chilanga. Algo difícil, sin duda, pero viable en el mundo fantástico de las izquierdas.

 

Como "El Chinito"

 

Es evidente que lo peor de todo sería que los mexicanos bicentenarios –digo, por aquello de las celebraciones, no por las edades- nos quedáramos como "El Chinito", nada más mirando.

 

Una orientación interesante la acaba de ofrecer Benedicto XVI durante el discurso que pronunció en su vista a Carpineto Romano, lugar de nacimiento de León XIII, autor de toda una serie de documentos de carácter político, empezando con la Rerum Novarum, esscrita en 1891.

 

Los católicos y la política

 

En su mensaje, el Pontífice precisó muchos aspectos que valen la pena compartir con nuestras hermosísimas lectoras y respetables lectores.

 

  1. En principio, los católicos somos una "realidad histórica", como señala el Papa. Y, ya sea actuando de forma individual o asociados, los cristianos son una "fuerza benéfica y pacífica de cambio profundo", que apuesta por el desarrollo de la misma realidad.

 

  1. Esta presencia y acción de los católicos ha sido impulsada, desde siempre, por la Doctrina Social de la Iglesia para favorecer transformaciones válidas, legítimas y perdurables.

 

  1. Seguir a Cristo, desde cualquier ámbito humano, pero especialmente desde la vocación política, es "comprometedor" y no puede depender de "entusiasmos y oportunismos", como el mismo Obispo de Roma señala.

 

  1. En la política, como en el resto de la actividad humana, "sin la oración, sin la unión interior con Dios, no podemos hacer nada". Por lo mismo, la acción pública del político católico, no transmite, como refiere Benedicto XVI, entelequias abstractas, sino un mensaje que conjuga fe y vida, verdad y realidades concretas.

 

  1. Ciertamente, vivimos momentos de un anticlericalismo recalcitrante y radical. El Papa tampoco se ha visto exento de ataques y calumnias. Rumbo al proceso electoral del 2012, los católicos podemos ofrecer una participación proactiva; actitudes y expresiones constructivas; riqueza de contenidos para configurar las políticas públicas y los programas de gobierno. Pero, adicionalmente, contamos y, por lo mismo, ofrecemos principios sólidos, universales, capaces de lograr una apertura adecuada, a fin de afrontar -como afirma León XIII- los nuevos desafíos, sin complejos ni temores; sin fatuidad ni superficialidades pasajeras.

 

Después de todo, los cristianos en lo general, los católicos en particular, y los políticos católicos en especial, están llamados a ser sal y luz del mundo, como lo refiere la Sagrada Escritura. Visto así, las elecciones y la democracia rumbo al proceso presidencial del 2012, adquieren matices completamente diferentes

 

 



domingo, 19 de septiembre de 2010

Cristianos de dientes pa’fuera

 


En México, según las estadísticas, 90% de los habitantes se dice cristiano, pero si, cuando menos, la mitad verdaderamente lo fuera en los hechos de sus vidas, otro México sería.  Del dicho al hecho hay mucho trecho.

 

Por: Querien Vangal

Agosto / 2010

 

El título resulta un tanto cuanto negativo, pero existe hoy día un cristianismo vergonzante, poco valiente, trufado de relativismo, deslumbrado por la ciencia experimental que en ocasiones sólo es base de una teoría no demostrada; dudoso de si trata de vivir algo bueno pero aburridísimo; y arrinconado por un laicismo rampante y viejo, aunque expuesto como dogma imprescindible para la convivencia democrática. Algunos han logrado que en bastantes ambientes no se mencione a Dios ni para despedirse, ni se hable de las preguntas fundamentales en torno al hombre -de dónde vengo, adónde voy, el más allá, la muerte, el sentido de la vida-; muchos se han convencido con el pensamiento de que el cristiano no debe imponer sus ideas -cosa bien cierta-, pero aceptan como obligatorias las anticristianas, que acabamos viendo como lo moderno. Desean ser razonables, pero esconden a Dios o lo pretenden con cabida en sus mentes y actuando como ellos decidan. Nos citan a Galileo y nos callan.


Es imposible abarcar lo que nos acompleja; lo escrito anteriormente son unas pinceladas de lo que podríamos llamar el secuestro de Dios incluso en las mentes y vidas cristianas. Somos prisioneros de unos tópicos bien manejados y con algún fundamento en comportamientos inadecuados para un seguidor de Cristo, pero que en modo alguno invalidan su doctrina ni modo de ser. Podríamos preguntarnos qué es ser cristiano y cómo se debe mostrar; ir a buscar nuestra quintaesencia y no quitarle ni un pelo por más que seamos débiles. Frágiles, sí, pero sabiendo lo que somos y lo que hemos de vivir, aunque hayamos de rectificar en muchas ocasiones.

 

¿Que nos lleva el tratar de ser buenos cristianos y se seguir la doctrina de un hombre que predicó el bien para todos con el ejemplo?  Nos lleva a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, a dar de si antes de pensar en sí, e no hacer a nadie lo que no queremos que no hagan a nosotros mismos.  ¿Es esto malo?  Si en nuestro país, tan sólo la mitad de ese 90%, que según el INEGI se dicen cristianos, realmente lo fuera y practicaran la doctrina de Cristo, sin lugar a dudas otro gallo nos cantaría.  La gran mayoría, no digo todos porque sería injusto con una minoría verdaderamente cristiana, hablan de Cristo de dientes para fuera.


Como es sabido, las fuentes de lo revelado por Dios al hombre -ahí se contiene lo que somos- son la Sagrada Escritura y la Tradición custodiadas por verdaderos cristianos. Lo que Dios ha manifestado de Sí Mismo, del hombre y de su destino está en esos dos manantiales, con el natural cuidado de la Providencia para evitar interpretaciones de parte o simplemente erradas. Eso es el Magisterio de la Iglesia, de esa Iglesia conformada por todos los cristianos, no el Clero que tanto daño ha hecho al verdadero cristianismo: la custodia e interpretación del depósito de la fe, como lo llama muy adecuadamente san Pablo. El cristianismo no es una "religión del libro", sino la religión de la Palabra de Dios, "no de un verbo escrito, mudo e impuesto a ciegas, sino del Verbo encarnado y vivo", como lo enseñó y practicó Jesucristo.


Volvamos a la pregunta: ¿qué es ser cristiano? Y lo primero que permanece claro es que no somos seguidores de una palabra muerta, sino discípulos de un Maestro, que enseñó con el ejemplo una doctrina que, por donde quiera que se le vea, lo único que busca es el enaltecimiento del ser humano. Escribió san Pablo a los romanos: "la creación espera ansiosa la manifestación de los hijos de Dios".  Esto puede no entenderse o no creerse por carecer del don de la fe, pero un cristiano es otro Cristo -un hijo de Dios en Cristo por la fuerza del Espíritu- al que toda la creación espera con dolores de parto -dice gráficamente el Apóstol- hasta ver a Cristo formado y actuando en cada uno, para que, sin complejos, viva con la mayor honradez posible lo que en verdad es, algo no realizable sin la gracia de Dios y sin la libertad humana. Con esta fuerte razón teológica, se puede afirmar: "el que no se sabe hijo de Dios, desconoce su verdad más íntima". Ahí radica la identidad cristiana y de ahí deriva nuestro comportamiento apropiado.  Esa verdad de ser hijo de Dios en Cristo ha de penetrar la vida entera, ha de dar sentido al trabajo, al descanso, a la amistad, a la diversión, a todo. No podemos ser hijos de Dios sólo a ratos, aunque haya unos momentos dedicados a considerarlo, a penetrarnos de ese sentido de nuestra filiación divina, que es la médula de la piedad. Conocer la verdad no quita libertad, la da. La libertad se pierde en la ignorancia.


Si volvemos a las consideraciones iniciales, comprenderemos que no tiene sentido vivir un cristianismo acomplejado; en todo caso, hemos de moderar el buen complejo de superioridad nacido de lo que realmente somos. Pero no por sentirnos más que nadie, sino por experimentar con sencillez la fuerza de saberse y ser hijo del Padre nuestro que está en los cielos, por la identificación con Cristo, cosa que no sucede de ningún modo mágico: se adquiere por los hechos de la propia vida, se vive con las luces y el empuje de la oración, y requiere lucha, empeño constante para vivirlo en todo momento. "Hay que ser conscientes de esa raíz divina, que está injertada en nuestra vida, y actuar en consecuencia".

 

 

lunes, 6 de septiembre de 2010

El mundo de hoy

 

Enrique Galván-Duque Tamborrel

 

Se han perdido los valores, están "pasados de moda", los medios de comunicación, principalmente la televisión (actualmente el Primer Poder) les están robando la inocencia a los niños e induciendo a los jóvenes a la promiscuidad.

La violencia y el sexo están presentes en los juegos de video, cine y la TV.  Las pantallas se han teñido de sangre y pornografía.  Los niños de hoy cambiaron "La Pequeña Lulú" por "Pokemon" y su expresión de odio. 

Las mujeres prefieren matar a su hijo nonato antes  que cumplir con la sublime misión de ser madres.

Las mujeres prefieren "realizarse", trabajando fuera del hogar, y no cumplir con su sagrada y sublime misión de ser madres y ejes del hogar.

Ha aumentado la criminalidad y el narcotráfico destruye familias enteras…

¿Qué mundo estamos heredando a nuestros hijos, nietos y los que sigan?

Acostumbramos a echarle la culpa al gobierno y nos lavamos la mano.  Nada es más errado que eso, la culpa es de todos, hemos escogido el camino fácil, el camino a la degradación y autodestrucción de la sociedad y por ende de la raza humana.  ¿Tendrá futuro ésta?

El escritor italiano Tommaso Campanella acuñó una frase que nos viene como anillo al dedo: "Nosotros que nos preocupamos tanto para mejorar las razas de perros y caballos, nos olvidamos por completo de la raza humana".

¿Hacia dónde vamos Señor?



sábado, 4 de septiembre de 2010

¿Qué son las virtudes cardinales?

 

Por: Jorge Enrique Mújica, LC

 

 

Hay dos grandes tipos de virtudes: las infusas y las naturales. Las primeras las da Dios directamente y las segundas son el resultado de un continuo repetir actos buenos. Dentro de las virtudes infusas hay una subdivisión más: por una parte están las virtudes teologales y por otro las cardinales.


Las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) ordenan todas nuestras capacidades y fuerzas al fin sobrenatural que es Dios. Las virtudes cardinales (templanza, prudencia, justicia y fortaleza) disponen esas mismas capacidades y fuerzas pero a los medios que conducen al fin: ordenan los actos humanos a Dios.


Se llaman cardinales porque son como la bisagra o gozne (herraje articulado con que se fijan las hojas de las puertas y ventanas al quicial para que, al abrirlas o cerrarlas, giren sobre aquel) sobre el que descansa toda la vida moral humana. También las llamamos así porque son como ciertas condiciones necesarias para cualquier otra virtud.


Desde antiguo se han reducido las virtudes a cuatro principales. Filósofos como Sócrates, Platón, Aristóteles, Macrobio, Plotino y Cicerón hablaron expresamente de ellas considerándolas virtudes quiciales. La Sagrada Escritura nos habla de ellas en el libro de la Sabiduría (Sap 8,7) al afirmar que nada hay más útil a la vida del hombre que la templanza, la prudencia, la justicia y la fortaleza: "Y si amas la justicia, los frutos de la sabiduría son las virtudes, porque ella enseña la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza, las virtudes más provechosas para los hombres en la vida". Sin embargo, fue san Ambrosio quien las llamó por vez primera cardinales.


¿Por qué son importantes? ¿Por qué escribir sobre ellas? Por su influencia sobre tantas otras anejas y subordinadas. Para entender el gran mundo de las virtudes sobrenaturales hay que ir a sus bases. O lo que es lo mismo: si queremos cortar con un vicio debemos ir a la raíz del vicio, no lo periférico o a lo inmediato como podría considerarse a la virtud opuesta. Y es que las virtudes cardinales comunican su modo, su manera de ser, su influencia a todas las otras.


Cada una de las virtudes cardinales tiene un cúmulo de derivadas. La prudencia abarca las virtudes acerca del conocimiento (memoria, entendimiento, docilidad, sagacidad, razón, circunspección, providencia y precaución), para el gobierno (política, económica y militar) y otras más como la eubolia (virtud que ayuda a hablar convenientemente), la synesis (virtud que nos ayuda a juzgar según las reglas comunes) o el consejo.


La justicia comprende virtudes como la religión, la piedad, la obediencia, la dulía (obediencia debida al superior), la gratitud, el justo castigo, la fidelidad, la simplicidad, la afabilidad, la liberalidad y la equidad.


Ligadas a la fortaleza están virtudes como la magnanimidad, magnificencia, paciencia, longanimidad, perseverancia y constancia.


A la templanza relacionamos virtudes como la vergüenza, honestidad, abstinencia, sobriedad, castidad, virginidad, continencia, mansedumbre, clemencia y modestia.


En esta campaña titulada "Corona de Adviento", Virtudes y valores te quiere ofrecer un artículo sobre cada una de las virtudes cardinales durante las próximas cuatro semanas que coincidirán con el periodo de Adviento. Queremos ayudar así para que tú personalmente y todos los que te rodean vivan una mejor Navidad.


Ojalá que está introducción disponga tu alma para captar, entender y aplicar en tu vida diaria las aplicaciones que se pueden obtener de los trabajos que pondremos a tu disposición a partir del próximo domingo. Y no se te olvide: ¡regala una suscripción! Todo está al alcance de un clic.