Equipo yoinfluyo Muchos hablan de la paz. Hay premios que reconocen la promoción de la misma. En tiempos de guerra, la esperanza de cambio se finca en esto, en la paz. Del latín pax, la paz ha sido entendida desde hace muchos siglos como una condición espiritual de quietud. La paz se logra, es cierto, a partir de la relación armónica del individuo consigo mismo y con los demás. Sin embargo, el alcance de la paz va más allá. También se alcanza a partir de la relación del individuo con el entorno en el que vive. Desde hace algunos años hemos escuchado hablar del cambio climático y del calentamiento global, de sus peligros y de las consecuencias que traerán para la humanidad. Incluso el ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, recorrió el mundo advirtiendo a diversos públicos sobre lo nocivo del calentamiento global. No faltaron las voces que se pronunciaron en sentidos divergentes, opuestos entre sí: para algunos este fenómeno mereció toda la atención posible y acciones reactivas o preventivas en ese sentido. Para otros, la corriente política encabezada por Al Gore pretendía justificar posiciones discursivas que permitieran la entrada de nuevos modelos políticos, económicos y de interacción social para los años venideros. Lo cierto es que, lejos de la moda actual, en la que es políticamente correcto hablar de ello, el cuidado del medio ambiente es un tema delicado que requiere, al menos, una seria reflexión sobre nuestra relación con el entorno en el que nos desarrollamos y sobre el papel que tenemos en el cuidado del mismo. Todo esto viene a cuento debido a que el sabio y brillante Papa bávaro, Benedicto XVI, en su mensaje para la próxima Jornada Mundial de la Paz, eligió el tema "Si quieres promover la paz, protege la creación". En el principio de su mensaje, el pontífice reconoce que hay en el mundo muchas amenazas a la paz, como las guerras, los conflictos internacionales y regionales, atentados terroristas y violaciones de los derechos humanos. Sin embargo, enfatiza que "los peligros causados por el descuido, e incluso por el abuso que se hace de la tierra y de los bienes naturales que Dios nos ha dado". AMENAZAS A LA PAZ PROVOCADAS POR EL DESCUIDO AL MEDIO AMBIENTE Los efectos del descuido al medio ambiente se refleja en la vida cotidiana de millones personas alrededor del orbe. Algunos ejemplos: según cifras de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de la World Wildlife Fund (WWF), el cambio climático provocará la disminución paulatina de los ingresos de poblaciones desprotegidas. Del mismo modo, este fenómeno hará que aumente el número absoluto de personas con riesgo de pasar hambre. Para 2030, se estima que en algunas zonas del mundo el riesgo de contraer diarreas será 10 por ciento mayor. ¿Por qué esto es grave? Simple. En 2000, el cambio climático fue responsable del 2.4 por ciento de los casos de diarrea registrados en el mundo. En la actualidad más de 5 millones de personas, niños y niñas en su mayoría, sufren de problemas de salud por consumir agua en mal estado. Según estimaciones de la ONU, el 60 por ciento de los movimientos migratorios actuales son provocados por el cambio climático y los desastres naturales. ¿Hace falta insistir en el necesario cuidado del hombre hacia el medio ambiente? Con estos datos, pareciera que no. Sin embargo, los abusos hacia el entorno son tan comunes que es una labor fundamental recordar la importancia de transformar ese vínculo individual con nuestro derredor. Y por ello, Benedicto XVI, una vez más, regala una profunda reflexión al respecto. Nuestra época, los días que vivimos, se caracterizan por la confusión sobre el hombre mismo. Las corrientes filosóficas renacentistas y las correspondientes a la época de la Ilustración se perdieron en el afán de redefinir al hombre y lo separaron de su naturaleza. "Cuando se considera a la naturaleza, y al ser humano en primer lugar, simplemente como fruto del azar o del determinismo evolutivo, se corre el riesgo de que disminuya en las personas la conciencia de la responsabilidad". Y eso tiene que ver, evidentemente, con la responsabilidad del hombre con su entorno. Ya Juan Pablo II afirmaba que "en nuestros días aumenta cada vez más la convicción de que la paz mundial está amenazada, también [...] por la falta del debido respeto a la naturaleza". La conciencia ecológica, aseguraba el Papa, "no debe ser obstaculizada, sino más bien favorecida, de manera que se desarrolle y madure encontrando una adecuada expresión en programas e iniciativas concretas". No obstante, fue Paulo VI, algunos años antes, fue categórico al decir que "debido a una explotación inconsiderada de la naturaleza, (el hombre) corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación". Añadía que "no sólo el ambiente físico constituye una amenaza permanente: contaminaciones y desechos, nuevas enfermedades, poder destructor absoluto; es el propio consorcio humano el que el hombre no domina ya, creando de esta manera para el mañana un ambiente que podría resultarle intolerable. Problema social de envergadura que incumbe a la familia humana toda entera". Hemos destacado la necesidad de repensar la relación individuo-entorno, pero no se ha abordado nada de la relación Dios-individuo-entorno, que es la clave para la plenitud de la vida del hombre en la tierra. La labor de los movimientos que procuran el cuidado del medio ambiente y de los animales, como Green Peace o PETA, es de reconocerse. Sin embargo, dichos esfuerzos caen en el vacío cuando se deja de lado la razón fundamental, el principio, el motor y la Causa Primera de todo cuanto existe. En su mensaje, Benedicto XVI refuerza el llamado urgente de encaminar al hombre hacia una "nueva solidaridad". Ya en 1990, Juan Pablo II describía la existencia de una "crisis ecológica", originada por la ausencia de ética en el comportamiento del hombre y su manejo de los recursos naturales. Ante ello, la Iglesia debe actuar. El Papa es conciso en su reflexión: "¿cómo permanecer indiferentes ante los problemas que se derivan de fenómenos como el cambio climático, la desertificación, el deterioro y la pérdida de productividad de amplias zonas agrícolas, la contaminación de los ríos y de las capas acuíferas, la pérdida de la biodiversidad, el aumento de sucesos naturales extremos, la deforestación de las áreas ecuatoriales y tropicales?" "¿Cómo descuidar el creciente fenómeno de los llamados 'prófugos ambientales', personas que deben abandonar el ambiente en que viven —y con frecuencia también sus bienes— a causa de su deterioro, para afrontar los peligros y las incógnitas de un desplazamiento forzado? ¿Cómo no reaccionar ante los conflictos actuales, y ante otros potenciales, relacionados con el acceso a los recursos naturales?" EL HOMBRE: ADMINISTRADOR, NO DUEÑO DE LA CREACIÓN El hombre no es dueño de nada, es administrador de los recursos de los que dispone. Así lo señala el pontífice cuando asegura que "[...] El Libro del Génesis nos remite en sus primeras páginas al proyecto sapiente del cosmos, fruto del pensamiento de Dios, en cuya cima se sitúan el hombre y la mujer, creados a imagen y semejanza del Creador para 'llenar la tierra' y 'dominarla' como 'administradores' de Dios mismo (cf. Gn 1,28)". Como ya se ha dicho, las irresponsables políticas que asumen diferentes gobiernos respecto al cuidado del medio ambiente desembocan en un reducido nivel de vida para millones de personas en el mundo. Ante ello, el Papa hace un llamado a la comunidad internacional y a los gobiernos nacionales a "dar las indicaciones oportunas para contrarrestar de manera eficaz una utilización del medio ambiente que lo perjudique". Y agrega que "[...] Para proteger el ambiente, para tutelar los recursos y el clima, es preciso, por un lado, actuar respetando unas normas bien definidas incluso desde el punto de vista jurídico y económico y, por otro, tener en cuenta la solidaridad debida a quienes habitan las regiones más pobres de la tierra y a las futuras generaciones". La crisis ecológica actual, razona el Papa, otorga una oportunidad histórica para elaborar una respuesta colectiva orientada a cambiar el modelo de desarrollo global a un camino que garantice el respeto a la creación y un desarrollo humano integral, inspirado en los valores propios de la caridad en la verdad. La protección del entorno natural para construir un mundo de paz es un deber de cada persona, indica el pontífice. "[...] He aquí una oportunidad providencial para legar a las nuevas generaciones la perspectiva de un futuro mejor para todos". "Que los responsables de las naciones sean conscientes de ello, así como los que, en todos los ámbitos, se interesan por el destino de la humanidad: la salvaguardia de la creación y la consecución de la paz son realidades íntimamente relacionadas entre sí". |
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