Por: Enrique Espinosa
Enero / 2010
Bicentenario, centenario, o un año más. ¿Acaso no es una gran oportunidad para detenernos y reflexionar, qué significa este año en específico, como país, como mexicanos, como ciudadanos, como personas y como seres humanos?
Independientemente de lo fascinante que es comenzar un año nuevo, igual que abrir un cuaderno en blanco, un recién nacido o un momento de inspiración, el año 2010 tiene un significado muy especial para México y para nosotros los mexicanos.
Primero que nada hay que estar conscientes que somos afortunados ante esta histórica fecha, ya que no nos tocará vivir ni presenciar ni el tricentenario de la Independencia, ni el bicentenario de la Revolución. Una sola vez cada 100 años se da esta coincidencia, y por algún motivo quizá casuístico, cabalístico o por algún otro, nos ha tocado a nosotros vivirlo.
En un período demás complicado para el espíritu de los mexicanos por el proceso de pubertad y adolescencia por el que atravesamos: guerra contra el narco, crisis económica, influenza, falta de rumbo. Al parecer se ha perdido (al menos temporalmente) el sueño mexicano. Sí, si los gringos tienen el american dream, nosotros, los mexicanos, debemos tener un mexican dream, y ése no debe ser el ir al otro lado ni el imitar otras culturas. México tiene suficiente para dar y regalar.
En el caos de la rutina diaria, en el tráfico, en el estrés del trabajo, en el trajín del ir y venir, en el día a día de los medios de comunicación, quizá este 2010 sea un buen pretexto para detenernos. Estacionarnos, parar de escribir, apagar el ordenador, la radio, la televisión, callar y hacer un ejercicio de instrospección y preguntarnos: ¿Qué es Mexico para mí y qué soy yo para México? ¿Qué significa nuestra historia personal dentro de la historia de nuestro país?
Quizá desde la Independencia han pasado 200 años, pero desde la revolución ha corrido un siglo, y si no, algún tío, abuelos o bisabuelos la recuerdan como si hubiera sido ayer, cercana o distante, pero todos hemos sido partícipes de la historia de nuestro país. Algunos escribiéndola, otros narrándola y otros más presenciandola de lejos o de cerca, pero lo interesante es que hemos estado en México y México ha estado en nosotros.
Un abrazo paternal, una boda, una despedida de soltero, un nacimiento, un bautizo, una primera comunión, un matrimonio, un divorcio, un paseo, vacaciones en la playa, vacaciones en otro estado, ir al centro histórico, comer en un restaurante, un aeropuerto, un hospital, un banco, una iglesia, una cantina.
Una borrachera, un amigo, un compadre, un vecino, un hermano, una novia, un hijo, una madre, un médico, un dentista, el bolero, el peluquero, el loco, el cuerdo, el político, el empresario, el rico, el pobre, el indio, el mestizo, el prieto, el negro y el güero.
Todos aquellos recuerdos felices y tristes son parte de lo que somos, de quienes somos, de nuestras familias y de las familias de nuestras familias, y no son héroes lejanos, distantes y muchas veces, aunque toda la primaria la estudiamos al cansancio. Los vemos lejanos, inexistentes de cartón, y pues… no fue así.
Tanto ellos como todos los que nos precedieron directamente, a veces sonados y a veces desde el silencio, pelearon y defendieron lo suyo y a los suyos, su patrimonio, sus familias, sus hijos su bienestar, su estar, motivo por el cual, hoy, todos nosotros estamos aquí.
Y por ellos, por la memoria, por la lucha de nuestros padres, de nuestros abuelos, de nuestros bisabuelos, y más atrás, así como por nuestros hijos, y los que han de venir posteriormente es que hoy trabajamos, luchamos y soñamos con un mañana mejor.
El escribir una historia espectacular de nuestro país está en las manos de todos y cada uno de nosotros, ya que aunque no nos mencione en los libros de historia escolares, siempre estaremos presentes en el suspiro de nuestros descendientes.
Este 2010 es una gran oportunidad para recordar que México es lo que todos somos y cien y doscientos años de Independencia y revolución, no son más que un recordatorio de que la sociedad somos todos y todos somos la sociedad.
Por nosotros y por nuestra historia, regalémonos entonces unos minutos para guardar silencio en soledad, reflexionar, pensar, recordar y soñar el pasado, el presente y el futuro que hoy nos da la oportunidad de vivir y de pertenecer.
«El hombre sin honra peor es que un muerto»
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