Por Federico Müggenburg
Fuente: Yoinfluyo.com
Marzo de 2011
El catecismo más elemental siempre ha considerado que las potencias del alma son la memoria, la inteligencia y la voluntad. Cada una de ellas referida a su propia naturaleza: la memoria permite recordar los acontecimientos pasados para considerar su experiencia en función del bien o del mal que acarrearon, la inteligencia como elemento iluminador de la verdad a perseguir y encontrar y, la voluntad como el motor que impulsa las acciones conducentes a dar a cada quien lo que le corresponde.
Si esta consideración es aplicable a cada persona en lo particular, también lo puede ser, por analogía, a un conjunto de personas, como una nación, en algún momento determinado de su historia.
Quizá este método de reflexión sirva para explicar con mayor precisión lo que está ocurriendo en México en este momento tan definidor de su futuro como nación. La memoria parece estar perdida, la inteligencia oscurecida y la voluntad debilitada. Se puede decir entonces que hay una situación de crisis en estas tres potencias del alma nacional. La memoria de México, pudo vivir un importante capítulo con el ejercicio que implicó la conmemoración del bicentenario del inicio de la guerra de independencia.
Hubo la gran oportunidad de identificar los elementos fundamentales de nuestra identidad nacional, con sólo hacer memoria de ciertos hechos fundacionales -expresados en el significado genuino de la bandera nacional y el himno nacional- que las celebraciones oficiales no tomaron en cuenta, o no lo hicieron con el énfasis necesario para recrear un estado de conciencia sobre los bienes y los males que nos han acarreado ciertos acontecimientos, como han sido:
a.- La injerencia ilegítima de potencias extranjeras, ya sea por vía de sus embajadores o sus intervenciones militares, en las decisiones que sólo competen a los mexicanos;
b.- La profunda división de los mexicanos en bandos tan opuestos, que sólo tuvieron como consecuencia la perdida de vidas, de recursos y de más de la mitad del territorio nacional; y
c.- Los amplios períodos anárquicos por falta de instituciones sólidas de orden jurídico, político y social, como fueron los primeros 56 años de vida independiente en el que se ensayaron 12 modelos políticos diferentes, enmarcados entre el fusilamiento de Agustín de Iturbide y el de Maximiliano de Habsburgo y los 15 años de luchas fratricidas entre "caudillos y caciques revolucionarios" que se disputaban la silla presidencial, entre el asesinato de Francisco I. Madero y el de Álvaro Obregón.
Ambos sucesos antecedentes respectivamente de modelos autoritarios: el porfiriato, que duró 33 años y el priato, con 72 años.
La inteligencia se ha venido oscureciendo, al carecer de referentes iluminadores de la identidad cultural forjada en los primeros 300 años, posteriores a la consumación de la conquista y son ignorados por la "historia oficial". En ellos se alcanzó un alto esplendor cultural, manifestado en la solidez de las instituciones y en la expresión de la cultura y las bellas artes, ubicadas en el mismo nivel de las europeas de entonces.
Esto se puede manifestar en dos figuras simbólicas de alta calidad como lo fueron sor Juana Inés de la Cruz y Francisco Xavier Clavijero S.J. Hoy la inteligencia nacional está "ideologizada" y sus manifestaciones parecen significarse en las vulgares expresiones "artísticas" y "culturales" que exaltan los medios de comunicación masiva, que han degradado desde el lenguaje, hasta las costumbres, con la promoción de los vicios, los delitos y los pecados como "propuesta política", en los procesos electorales.
La voluntad, sobre todo lo que hoy se denomina la "voluntad política", que parece sólo estar vigente en los grupos políticos que obstaculizan desde el poder legislativo las urgentes adecuaciones jurídicas de nuestro marco legal, para avanzar en la consolidación de la transición de un viejo sistema político autoritario, aderezado por la corrupción, a otro de carácter genuinamente democrático.
La parálisis política y la confusión partidista que se manifiesta por todas partes es la señal clarísima del debilitamiento de la voluntad en los propósitos, no sólo de las autoridades, sino también de las instituciones sociales que por falta de una tradición de ejercicio político congruente y perseverante, están a la expectativa de lo que "otros" deberían hacer.
Ya no se diga de cómo las instituciones llamadas por su naturaleza a ejercer la justicia entre los mexicanos, están lastradas por vicios de origen y operación, que asustan y atemorizan en vez de dar confianza.
Y ciertamente no todo es pasividad en la sociedad actual, pero la inercia de las atrofias históricas y las fallas en estas tres potencias del alma nacional, son el indicador más elocuente del estado de situación en el proceso nacional, que tiene todavía vigentes los elementos esperanzadores de cambio de actitudes frente a la degradación que hoy reflejan los medios de comunicación masiva. Grandes centros de poder siguen siendo los que definen las proyecciones al futuro.
Medios de comunicación masiva, enclaves de la delincuencia organizada y administrada muy arraigados y, el temor generalizado de una sociedad que requiere con urgencia, recobrar la memoria de nuestra identidad cultural, acentuar la inteligencia iluminada por las verdades a las que hay que adherirse y fortalecer la voluntad en el logro de los objetivos del bien común que debemos conquistar.
No es ocioso recordar y ratificar que el logro del bien común, consiste en propiciar las condiciones para que cada persona y las instituciones conformadas por personas, logren la plenitud de sus potencialidades. En otras palabras, lograr que la infraestructura jurídica, política, social y material permitan y propicien la plenitud de las potencialidades de las personas y sus instituciones.
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