domingo, 28 de febrero de 2010

Estado laico: la tentación de la regresión

 

Por: Equipo yoinfluyo.com

Febrero / 2010

 

Desde la publicación de la Constitución de 1917, la familia revolucionaria se mostró orgullosa del texto creado. Dicho documento pretendía dar sentido a una nación, organizar la vida pública de un país convulso. Sin embargo, también se envolvió en una lógica anticlerical persecutoria que llevó al país al conflicto de 1926.

 

Pasados los años y los pactos que dieron fin a la Guerra Cristera, la Constitución se mantuvo sin modificaciones importantes hasta 1992, cuando el presidente Carlos Salinas decidió devolver a las iglesias su personalidad jurídica y la capacidad de administrar bienes, mientras que a sus ministros otorgó el derecho al sufragio. Una libertad religiosa que sólo era de cultos.

 

Así las cosas, el pasado 3 de febrero la Comisión de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados aprobó la propuesta de que se agregue al artículo 40 de la Carta Magna la palabra "laica". De este modo, dicho organismo avaló que el texto afirme "Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, laica, federal".

 

Esto, en medio de la situación que hoy vive nuestro país, azotado por diversos sucesos y problemas que implican atención gubernamental y legislativa urgente. En el norte del país la violencia relacionada con el crimen organizado y el narcotráfico continúa al alza. Algunas regiones del centro del país se encuentran inundadas ante la ineficaz acción de gobiernos locales para prevenir y solucionar esta crisis.

 

Por su parte, legisladores de la Cámara de Diputados, tan ajenos y lejanos de los verdaderos problemas que aquejan al país, se ocupan de buscar redefinir el Estado laico.

 

En este contexto, vale recordar que algunos estados de la República mexicana, a lo largo de 2009, fueron anunciando la aprobación de leyes, incluidas en las constituciones locales, cuyo fin es proteger el derecho a la vida desde la concepción.

 

Al ver que 18 estados de la República aprobaron leyes esencialmente iguales, medios de comunicación como El Universal, Milenio y La Jornada, así como editorialistas y articulistas de dichos medios (Ricardo Alemán, Denise Maerker, Ciro Gómez Leyva y Julio Hernández, entre otros) reclamaron la participación de la Iglesia Católica en la vida pública y presionaban al PRI desde su posición mediática para que reculara en el apoyo a dichas leyes.

 

Luego llegó la legislación que reconoce como matrimonios a las uniones homosexuales en el Distrito Federal, aprobada por el PRD en diciembre pasado. Ante ello, algunos grupos de interés y actores políticos, como el presidente nacional del PRD, Jesús Ortega, se pronunciaron por la necesidad de acotar la participación de la Iglesia en la vida pública.

 

Incluso, los promotores de la ley, David Razú y Víctor Hugo Romo, demandaron al cardenal Norberto Rivera, así como al vocero de la Arquidiócesis de México, Hugo Valdemar, por pronunciarse públicamente en contra de dicha reforma al Código Civil, lo que revivió el debate del Estado laico y sus alcances.

 

A este respecto, el obispo de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi, en un artículo publicado el pasado 6 de enero por la agencia de noticias Zenit, se pregunta:

 

"¿Y dónde queda el derecho a la libertad religiosa? Reducirla a la libertad de conciencia y de credo, es quedarse en el pasado, es repetir lo que ya está en el artículo 24, es tener miedo a que las iglesias tengamos plena libertad, no para imponer una religión, sino para ofrecerla en igualdad de libertades que tienen otros grupos, partidos y organizaciones sociales".

 

"¡Ellos sí tienen libertad para reprimirnos; y nosotros no, para profesar y compartir plenamente nuestra fe!"

 

Para quienes acusan a la Iglesia Católica de pretender involucrarse en asuntos públicos injustamente, siempre en aras de la convivencia democrática, conviene recordar la cátedra que en este sentido impartió Benedicto XVI en diciembre de 2006 durante el 56° Congreso Nacional de Juristas Católicos.

 

En su alocución, el Papa precisó que la laicidad es una palabra empleada para designar la condición del fiel cristiano que no desempeña labores concernientes al clero o al estado religioso. Durante la Edad Media, dice el pontífice, dicha palabra hacía referencia a la oposición entre poderes civiles y jerarquías eclesiásticas.

 

Indica: "En realidad, hoy la laicidad se entiende por lo común como exclusión de la religión de los diversos ámbitos de la sociedad y como su confín en el ámbito de la conciencia individual".

 

"La laicidad se manifestaría en la total separación entre el Estado y la Iglesia, no teniendo esta última título alguno para intervenir sobre temas relativos a la vida y al comportamiento de los ciudadanos; la laicidad comportaría incluso la exclusión de los símbolos religiosos de los lugares públicos destinados al desempeño de las funciones propias de la comunidad política", afirmó Benedicto XVI.

 

Los que defienden el argumento del "laicismo" sostienen que "laico" es aquel que se mantiene ajeno de toda influencia religiosa.

 

Dice el Papa: "[…] Se habla hoy de pensamiento laico, de moral laica, de ciencia laica, de política laica. En efecto, en la base de esta concepción hay una visión a-religiosa de la vida, del pensamiento y de la moral, es decir, una visión en la que no hay lugar para Dios, para un Misterio que trascienda la pura razón, para una ley moral de valor absoluto, vigente en todo tiempo y en toda situación".

 

Hoy queremos que en México se deje de vislumbrar un Estado alejado de la realidad religiosa en la que, de hecho, millones de habitantes hoy viven a partir de su fe. No queremos que nuestro país excluya el fenómeno religioso de la vida pública. Aunque la vivencia de una religión es un asunto de conciencia, también es una cuestión en la que la comunidad se involucra porque ahí se comparte.


Si nuestros diputados y representantes populares le dan mas importancia a redefinir el Estado laico antes que atender otros problemas que reclaman mayor urgencia, la exigencia mínima que los ciudadanos debemos imponerles es que lo hagan bien.

 

Es nuestro deber pedirles que aquella adición, a la que le falta llegar al pleno de la Cámara de Diputados, esté configurada en función de la sana laicidad.

 

El Estado, según el Papa, debe considerar a la religión no como un simple sentimiento individual, que se podría confinar al ámbito privado, sino como una presencia pública de la comunidad, dado que la religión también se organiza en estructuras visibles.

 

El Estado mexicano, que aspira a consolidar su propio modelo democrático, debe garantizar que cada confesión religiosa inofensiva al orden público pueda ejercer libremente sus actividades de culto con las que sirven a sus creyentes.

 

Asimismo, debe evitar ser hostil –como de hecho ya lo ha sido– hacia cualquier manifestación religiosa, así como con los ministros de culto que se pronuncian sobre los problemas morales que tienen que ver con las sociedades en su totalidad.

 

El Estado laico no es arrinconar a las confesiones religiosas al ámbito de lo privado, sino reconocer su capacidad de aportar en la conformación de una sociedad más libre, plena y en desarrollo.

 

La restricción legal de la manifestación religiosa sería un retroceso para nuestro país, que ha sufrido tanto por este conflicto unilateral que, aparentemente, y por las recientes iniciativas de reformas a la Constitución, no se considera resuelto.

 

Confiamos en que nuestros legisladores sabrán discernir entre lo que realmente conviene a México y lo que, a todas luces, no contribuye para hacer del nuestro un mejor país.

 

 


«El respeto a la ley enaltece nuestro espíritu»

En busca de lo perdido

 
Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel
 
 
El lugar de todos los mundos, espacio humano histórico infinito, abrevadero y cuna mitológica de dioses y seres gigantes, inmensos, por los cuales se han derramado millones de letras aumentando la densidad carnal de sus aguas, de la mare nostrum, aguas primitivas de donde los peces salen a tierra por sus propios pasos, presos de esa búsqueda incesante, esa construcción y deconstrucción incansable, quizás interminable, eso espero, no estoy seguro.

 



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«El respeto a la ley enaltece nuestro espíritu»

G. B. Quever
Insurgentes Sur 949
03810  México, D.F.

El valor de la amistad

 

Por: Querien Vangal

Febrero / 2010

 

No podemos imaginar al género humano sin amistad; sería concebir un género inhumano.

El hombre es de tal modo que cuando está alegre y comunica su alegría, multiplica esa alegría; cuando está triste y comunica su tristeza, divide esa tristeza.

 

El verdadero sentido de la amistad es el encuentro de las almas en el fondo más espiritual y religioso de sí mismas; las cosas repercuten sobre ellas del mismo modo, y se da entre ellas algo que es como una unión, una como que fusión.

 

Se realiza aquella expresión de la Escritura: un amigo que ama a otro como a su propia alma. El papel de la amistad es ése.

 

¡La idea caballeresca de la amistad de otrora murió!

 

De la lealtad, por ejemplo, no se puede hablar más, de tal manera es pretérita. Está muerta.

 

Sin embargo, es una condición sin la cual el trato humano dejaría mucho que desear.

 

En cada pueblo hay un cierto modo de tener amistad, que inspira y condiciona hasta el fondo las instituciones y la vida de la nación: sus modos de actuar, sus hábitos, etc.

 

No se conoce a fondo la historia de una nación sin conocer cómo en ella se asientan las amistades y enemistades.

 

La verdadera amistad resulta de afinidades profundas y de la necesidad de establecer una convivencia que no es la de cualquier hombre con otro cualquiera, sino la de este hombre con alguien, en virtud de las peculiaridades que ambos poseen y que hacen que se comprendan y se estimen más definidamente.

 

Carlomagno y sus Pares, imagen de la verdadera amistad.  El prototipo de amistad de alto quilate, que honra al hombre, es la amistad que unía a Carlomagno con sus pares.  Todos ellos estaban hechos para una misma misión, y se complementaban mutuamente. Cada uno sentía que la presencia del otro en la ejecución de la propia obra era indispensable.

 

La colaboración, así comprendida, genera una estima y una semejanza bienhechora. De tal forma que cuando "A" ve que "B" hizo cierta cosa, es como si él mismo la hubiese hecho. No es, por lo tanto, una mera cooperación, sino un "sentir común", que deriva en la amistad.

 

Por ejemplo, Jesucristo tenía con Lázaro, María y Marta una amistad fruto de una gran convivencia. ¿Por qué? Porque Él se deleitaba en la compañía de los tres.

 

El instinto de sociabilidad pide en su excelencia estar relacionado de manera estrecha con algunas personas.

 

Por naturaleza, las amistades con estas características son pocas. Pero, por ello mismo, deben ser muy ávidamente cultivadas, tratadas con esmero, porque tienen gran valor.

 

Pensamientos escogidos del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, recolectados por Leo Daniele en su obra «En busca de almas con alma», publicada en 1998

 

§  Dos cuadros, dos mentalidades, dos doctrinas

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§  Vejez: ¿decrepitud o apogeo?

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§  La contemplación

§  La Iglesia Católica enfrenta violenta reacción por defender el verdadero matrimonio.

§  Dos cuadros, dos mentalidades, dos doctrinas

§  Pueblo y multitud amorfa: dos conceptos diferentes

§  Frei, el Kerensky chileno: 40 años después

§  En la Fiesta de los Reyes Magos

§  "Gloria a Dios en lo más alto de los Cielos…"

§  Comida, convivencia humana y civilización

 



domingo, 14 de febrero de 2010

Yo alcancé el cielo



«La vanidad es la gloria de los pobres de espíritu»

domingo, 7 de febrero de 2010

La contemplación

Por: Querien Vangal

Febrero / 2010

 

La contemplación es algo mucho más fácil y natural de lo que se imagina.

 

Es cierto que el hombre, incluso el más disipado, contempla activamente. Para darnos cuenta de esto, bastará que aclaremos qué es concretamente en la vida terrena y en el plano natural una contemplación.

 

¿Qué hace un hombre cuando se detiene en el camino para ver pasar un desfile militar o

una procesión religiosa, para considerar un edificio o un panorama, para observar una escena particularmente grave o pintoresca de la vida cotidiana, para asistir a una obra de teatro? Contempla, esto es, fija la atención sobre determinado objeto, toma conocimiento de lo que en él hay de verdadero o de falso, de bueno o de malo; acepta, consiente, como que asimila en su alma la verdad y el bien; experimenta una disonancia, rechaza, opera una especie de purgación en sí mismo de lo malo que la cosa pueda haberle comunicado.

 

Viendo a seres relativos y contingentes, que tienen en sí el reflejo del Ser Absoluto, el hombre, por los canales de los sentidos, considera en los seres contingentes algo que existe absolutamente en Dios; como que se apropia de ese bien y, en el propio acto en que los considera, se identifica con este bien. En suma, hace un acto característicamente contemplativo, a pesar de estar marcado por las condiciones inseparables de esta vida terrena. Desgraciadamente, muchos hombres al realizar tales actos de contemplación, no se elevan en modo alguno hasta Dios, y se detienen en la fruición egoísta y circunscrita del ser relativo que tienen delante de sí.

 

Muchas veces su conocimiento es vicioso, y da acogida al error y no a la verdad; la contemplación los lleva a asimilar el mal y no el bien. Es que, evidentemente, así como hay contemplaciones buenas, hay también contemplaciones malas. Son los triunfos del mundo, del demonio y de la carne. No obstante todo esto, la acción que realizan es esencialmente contemplativa. A pesar de que pueda ser meramente natural, y esto constituye una afirmación de que hay en el hombre una vivaz veta de contemplación.

 

Esa contemplación trae necesariamente como consecuencia la alabanza o su antítesis, que es la blasfemia: en la Tierra, como en el Cielo, como en el infierno, el hombre es como dijimos exclamativo, es decir, propenso a comunicar lo que lleva en el alma. Y esto conduce al servicio, pues el hombre sirve naturalmente a aquello que ama: la Ciudad de Dios o la Ciudad del Demonio, la verdad o el error, el bien o el mal.

 

Y es de esta manera que el alma humana realiza desde esta Tierra, para su salvación o para su condenación, las grandes operaciones que será llevada a realizar por toda la eternidad. Claro está que la contemplación, en la medida en que es hecha a la luz de la Fe, es una operación animada por la gracia.



«La vanidad es la gloria de los pobres de espíritu»

El Apóstol San Andrés

Por: Querien Vangal

Febrero / 2010

 

El Apóstol Andrés es un hombre sencillo, tal vez también pescador como su hermano Simón, buscador de la verdad y por ello lo encontramos junto a Juan el Bautista. No importa de dónde viene ni qué preparación tiene. Parece, por lo que conocemos de él en el Evangelio, que entre otras muchas cosas algo que va a hacer es convertirse en un anunciador de Cristo a otros.


"He ahí el Cordero de Dios" (Jn 1,36). Estando Andrés junto a Juan el Bautista escucha de él estas palabras. De repente se siente inquieto por ellas y se va con Juan tras Jesús. Él les pregunta: ¿Qué buscáis?, a lo que ellos le dicen: ¿Dónde vives?. Jesús entonces les dice: "Venid y lo veréis". Ellos fueron con Jesús y se quedaron con Él aquel día. Ha sido Juan el Bautista quien les ha enseñado a Cristo, y antes que nada Andrés ha querido hacer personalmente la experiencia de Cristo. Estando junto a él ha descubierto dos cosas: que Cristo es el Mesías, la esperanza del mundo, el tesoro que Dios ha regalado a la humanidad, y también que Cristo no puede ser un bien personal, pues no puede caber en el corazón de una persona. A partir de ahí, la vida de Andrés se va a convertir en anunciadora de Dios para los demás hasta morir mártir de su fe en Cristo.


"Hemos encontrado al Mesías" (Jn 1,41). La primera acción de Andrés, tras haber experimentado a Cristo, es la de ir a anunciar a su hermano Simón Pedro tan fausta noticia. Simón Pedro le cree y Andrés le lleva con el Maestro. Hermosa acción la de compartir el bien encontrado. Andrés no se queda con la satisfacción de haber experimentado a Cristo. Bien sabe que aquel don de Dios, a través de Juan el Bautista que le señaló al Cordero de Dios, hay que regalarlo a otros, como su Maestro Juan el Bautista hizo con él. Queda claro así que en los planes de Dios son unos (tal vez llamados en primer lugar) quienes están puestos para acercar a otros a la luz de la fe y de la verdad. ¡Gran generosidad la de Andrés que le convierte en el primer apóstol, es decir, mensajero, de Cristo, y además para un hermano suyo!


"Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús" (Jn 12,20). Se refieren estas palabras a una escena en la que unos griegos, venidos a la fiesta, se acercaron a los Apóstoles con la petición de ver a Jesús. Andrés es uno de los dos Apóstoles que se convierte en instrumento del encuentro de aquellos hombres con Cristo, encuentro que llena de gozo el Corazón del mismo Jesús. ¿Puede haber labor más bella en esta vida que acercar a los demás a Dios, se trate de personas cercanas, de seres desconocidos, de amigos de trabajo o compañeros de juego? Sin duda en la eternidad se nos reconocerá mucho mejor que en esta vida todo lo que en este sentido hayamos hecho por los otros. Toda otra labor en esta vida es buena cuando se está colaborando a desarrollar el plan de Dios, pero ninguna alcanza la nobleza, la dignidad y la grandeza de ésta.


El Apóstol Andrés se erige así, desde su humildad y sencillez, en una lección de vida para nosotros, hombres de este siglo, padres de familia preocupados por el futuro de nuestros hijos, profesionales inquietos por el devenir del mundo y de la sociedad, miembros de tantas organizaciones que buscan la mejoría de tantas cosas que no funcionan. A nosotros, hombres cristianos y creyentes, se nos anuncia que debemos ser evangelizadores, portadores de la Buena Nueva del Evangelio, testigos de Cristo entre nuestros semejantes. Vamos a repasar algunos aspectos de lo que significa para nosotros ser testigos del Evangelio y de Cristo.


En primer lugar, tenemos que forjar la conciencia de que, entre nuestras muchas responsabilidades, como padres, hombres de empresa, obreros, miembros de una sociedad que nos necesita, lo más importante y sano es la preocupación que nos debe acompañar en todo momento por el bien espiritual de las personas que nos rodean, especialmente cuando se trata además de personas que dependen de nosotros. Constituye un espectáculo triste el ver a tantos padres de familia preocupados únicamente del bien material de sus hijos, el ver a tantos empresarios que se olvidan del bienestar espiritual de sus equipos de trabajo, el ver a tantos seres humanos ocupados y preocupados solo del futuro material del planeta, el ver a tantos hombres vivir de espaldas a la realidad más trascendente: la salvación de los demás.


El hombre cristiano y creyente debe además vivir este objetivo con inteligencia y decisión, comprometiéndose en el apostolado cristiano, cuyo objetivo es no solamente proporcionar bienes a los hombres, sino sobre todo, acercarlos a Dios. Es necesario para ello convencerse de que hay hambres más terribles y crueles que la física o material, y es la ausencia de Dios en la vida. El verdadero apostolado cristiano no reside en levantar escuelas, en llevar alimentos a los pobres, en organizar colectas de solidaridad para las desgracias del Tercer Mundo, en sentir compasión por los afligidos por las catástrofes, solamente. El verdadero apostolado se realiza en la medida en que toda acción, cualquiera que sea su naturaleza, se transforma en camino para enseñar incluso a quienes están podridos de bienes materiales que Dios es lo único que puede colmar el corazón humano. ¿De qué le vale a un padre de familia asegurar el bien material de sus hijos si no se preocupa del bien espiritual, que es el verdadero?


Hay un tema en la formación espiritual del hombre a tener en cuenta en relación con este objetivo. Hay que saber vencer el respeto humano, una forma de orgullo o de inseguridad como se quiera llamarle, y que muchas veces atenaza al espíritu impidiéndole compartir los bienes espirituales que se poseen. El respeto humano puede conducirnos a fingir la fe o al menos a no dar testimonio de ella, a inhibirnos ante ciertos grupos humanos de los que pensamos que no tienen interés por nuestros valores, a nunca hablar de Cristo con naturalidad y sencillez ante los demás, incluso quienes conviven con nosotros, a evitar dar explicaciones de las cosas que hacemos, cuando estas cosas se refieren a Dios. En fin, el respeto humano nunca es bueno y echa sobre nosotros una grave responsabilidad: la de vivir una fe sin entusiasmo, sin convencimiento, sin ilusión, porque a lo mejor pensamos eso de que Dios, Cristo, la fe, la Iglesia no son para tanto.

 



«La vanidad es la gloria de los pobres de espíritu»

Demografía y desarrollo: algún prometedor signo de revisión

Por monseñor Giampaolo Crepaldi*

Febrero / 2010
 
Dos noticias de gran interés han tocado recientemente el problema demográfico en relación con el desarrollo. La primera es recientísima y tiene que ver con el Informe World Population Ageing 2009 del Department of Economic and Social Affairs de las Naciones Unidas. Como lo ha recogido en una recensión adrede el Observatorio Internacional cardenal Van Thuan (http://www.vanthuanobservatory.org/), el Informe de la ONU certifica un envejecimiento de la población mundial.
 
Las conclusiones del Informe son las siguientes: "En conclusión, a causa de la transición de una alta fertilidad a una baja fertilidad y de la continua disminución de la mortalidad infantil, la población de muchos países está envejeciendo.
 
Este cambio demográfico sin precedentes, que comenzó en el mundo desarrollado en el siglo XIX y que ahora afecta a los países en vías de desarrollo, está transformando ya muchas sociedades. Se considera que el proceso de envejecimiento debe aumentar en el futuro próximo, sobre todo en los países en vías de desarrollo. Dado que estos paises tienen un lapso de tiempo más breve para adaptarse a los cambios relacionados con el envejecimiento de la población, es urgente que los gobiernos de los países en vías de desarrollo den pasos para afrontar los desafíos y aprovechar de la mejor forma las oportunidades que el envejecimiento de la población trae consigo".
 
Ya en tiempos de la conferencia de El Cairo sobre Población y Desarrollo de 1994 y de la Conferencia de Pekín de 1995 sobre la mujer, la Santa Sede, cuya delegación estaba entonces guiada por el arzobispo, hoy cardenal, Renato Raffaele Martino, sostenía que el desarrollo habría favorecido la disminución de los nacimientos, unida en esto a las delegaciones de los paises pobres.
 
Se contrastaba de esta forma la tesis oficial de la ONU según la cual era necesario invertir los términos: disminuir, incluso forzadamente, los nacimientos para favorecer el desarrollo. El World Population Ageing 2009 da hoy la razón a la Iglesia.
 

Pero hay más. No somos demasiados, somos demasiado viejos. El envejecimiento de la población plantea varios y serios problemas que invitan a retomar políticas natalistas.

Cuando, a finales del pasado mes de diciembre, nació el africano número mil millones y que, haciendo cuentas se calcula que los africanos llegarán en 2050 a los dos mil millones, no todas las voces se han quedado en la típica tesis neomalthusiana de que semejante aumento de la población habría frenado el desarrollo.
 
Alguno ha dicho que África está subpoblada, dado que tiene el 20% de las tierras del mundo y el 13% de la población del planeta. Tener muchos jóvenes y gozar de un crecimiento demogrático superior es visto cada vez más como ocasión de desarrollo más que como lastre. Bastaría centrarse en infraestructuras y en instrucción para hacer fructificar este inmenso potencial humano.
 
Examinando estos nuevos datos y valorando estas nuevas tendencias se encuentra amplias confirmaciones de la perspectiva anunciada por la Caritas in veritate de Benedicto XVI.
 
Esta encíclica une sistemáticamente la ética de la vida y la ética social (n. 15) de modo que la ofensiva laicista contra la vida y la familia puede ser considerada contraria al desarrollo, como pusimos en evidencia en el Primer Informe sobre la Doctrina social de la Iglesia en el Mundo redactado por nuestro Observatorio.
 
El párrafo 28 de la CV dice entre otras cosas que "la apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo. Cuando una sociedad se encamina hacia la negación y la supresión de la vida, acaba por no encontrar ya las motivaciones y las energías necesarias para trabajar al servicio del verdadero bien del hombre.
 
Si se pierde la sensibilidad personal hacia la acogida de una nueva vida, también otras formas de acogida útiles a la vida social se vuelven áridas. La acogida de la vida templa las energías morales y hace capaces de ayuda recíproca.
 

Cultivando la apertura a la vida, los pueblos ricos pueden comprende mejor las necesidades de los pobres, evitar emplear ingentes recursos económicos e intelectuales para satisfacer deseos egoístas entre los propios ciudadanos y promover, en cambio, acciones virtuosas en la perspectiva de una producción moralmente sana y solidaria, en el respeto del derecho fundamental de todo pueblo y de toda persona a la vida".

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*Monseñor Giampaolo Crepaldi es arzobispo-obispo de Trieste, presidente del Observatorio Internacional cardenal Van Thuan

[Traducción del italiano por Inma Álvarez]

 



«La vanidad es la gloria de los pobres de espíritu»

martes, 2 de febrero de 2010

Y al final de los tiempos... el anticristo

Por: Germán Sánchez Griese

 

¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo?
Ése es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo.
(1Jn. 2,22)

 

Los católicos creemos que al final de los tiempos Cristo vendrá para acabar con el mal de este mundo, siendo la muerte el último mal en ser aniquilado. Sin embargo, antes de que esto suceda, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. Así lo expresa Jesucristo: "Y al crecer cada vez más la iniquidad, la caridad de la mayoría se enfriará". (Mt. 24, 12). Él mismo nos hace ver que la persecución será la compañía de los últimos días de la Iglesia en la tierra: "Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo. Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros." (Jn. 15, 19-20).

 

Muchos quieren ver en estas persecuciones o en estas pruebas la figura de un Anticristo. De acuerdo al Catecismo de la Iglesia Católica, el Anticristo es "la impostura religiosa suprema... un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne" (Catecismo de la Iglesia católica, 675).


Algunos han querido ver en la figura del Anticristo a una persona concreta y así muchos lo identificaron con los emperadores romanos que persiguieron a los primeros cristianos. Otros lo identifican con sistemas políticos que proponen la felicidad completa y perpetua en este mundo, basados en diversos sistemas económicos. "Esta postura aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico." (Catecismo de la Iglesia católica, 676).


No hace mucho tiempo algunos creyeron ver en el comunismo la imagen del Anticristo por la fórmula de felicidad terrena que traía al hombre. Otros pensaba que podría ser una misma persona: Nerón o Diocleciano por la fiereza con la que perseguía a los primeros cristianos. ¿Persona? ¿Sistema político? ¿Cultura? ¿Demonio? Cada vez que a los hombres se les proporciona una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía, esto es, de la negación de la verdad, estamos hablando de una impostura religiosa. La impostura religiosa suprema, como lo apuntábamos anteriormente, es el Anticristo, de acuerdo al Catecismo de la Iglesia Católica.


Quién nos ofrece esa solución aparente a nuestros problemas, negando la verdad nos está ofreciendo a su vez una visión de lo que puede ser la figura del Anticristo. ¿La droga? ¿El sexo desligado de su verdad ética y moral? ¿Los sistemas políticos que glorifican a un tipo de hombre que sólo encontrará su felicidad en esta tierra? ¿El consumismo exacerbado de algunas cultura de Occidente? Cada vez que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías podemos decir que estamos hablando de un Anticristo, bien sea éste una persona, un sistema político o una cultura.

 

 

«La vanidad es la gloria de los pobres de espíritu»

No sólo de pan vive el hombre

Por: Querien Vangal

 

Pasajes del Evangelio

 

La parábola del amigo inoportuno

 

Les dijo también: «Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: "Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle", y aquél, desde dentro, le responde: "No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos", os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite». Yo os digo: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!»

 

 

La oración que Jesucristo nos enseñó

 

Y sucedió que, estando Él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos». El les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación».

 

 

El buen samaritano

Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba: «Maestro, ¿que he de hacer para tener en herencia vida eterna?» El le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?» Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás». Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?» Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, cercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva." ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» El dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».


«La vanidad es la gloria de los pobres de espíritu»