miércoles, 21 de septiembre de 2011

Divinas palabra

Mora Torres

 

"Más veces descubrimos nuestra
sabiduría con nuestros disparates
que con nuestra ilustración"

 

  

Para recordar el genio de Valle Inclán puse este título, pero también podría haber llamado a mi artículo "Las palabras y la felicidad" (para refrescar o conocer parte de la obra de Valle Inclán les sugiero recurrir a "Romance de lobos", enviado por Carlos González).

Las palabras producen felicidad, salen de la sombra de nuestros pensamientos al sol de todos. Es la alegría de expresarnos, es el don inapreciable de la comunicación. Puedo recomendar muchos trabajos para este tema especial, por ejemplo: "La expresión de emociones en niños de 7 a 10 años de la escuela El Mirador de la ciudad de Popayan" y "Hacia un modelo integrado de comunicación".

Tal vez a la Biblia algo le faltó (lean una monografía cuyo tema puntual es el desarrollo histórico y literario de este libro sagrado: "La Biblia"). Quizá le faltó esta frase que escribió miles de años después Gabriel García Márquez: "El mundo era tan reciente que las cosas no tenían nombre y (...) había que señarlas con el dedo". ("Gabriel garcía Márquez. Cien años de soledad")

Pónganse en ese lugar de gente silenciosa, o que se expresaba con ruidos guturales y señalaba con el dedo una roca. Es un lugar no sólo triste para las detalladas mentalidades chismosas de las vecinas ("Los chismes y las personas chismosas"), sino también tristísimo para los narradores, poetas, psicoterapeutas ("La interpretación dentro del proceso terapéutico"), que no hubieran podido evolucionar por falta de tan útil herramienta como lo es el vocabulario. Y para que los amigos se encuentren, lloren y rían, y para que después del silencio los amantes dupliquen entre sí su placer relatándoselo (encontré un "Breve ensayo sobre el afecto, amor y amistad").

Aunque a mi entender no ha sido contestada todavía la pregunta sobre qué fue primero, el pensamiento o el lenguaje, es posible esforzarnos en dar una respuesta personal. Una monografía adecuada para pensar a partir de lo que nos informa del tema es "Módulo lectura. Construcción del pensamiento".

Lo que hay que enfatizar es que la educación artística de los niños no debe limitarse a música, pintura, danzas, con lo importantes y bellas que son estas artes. En el lenguaje mismo, que es la esencia de toda enseñanza, el arte entra como si se le abriera la puerta; las palabras desinhibidas aparecen en tropel, chocándose. Después, claro, hay que limarlas, matar algunas que sobran sin que nos tiemble la mano.

Pero después, primero hay que invitarlas. 

La invitación a las palabras y al desarrollo del vocabulario nunca es mejor recibida que mediante la invitación a jugar y crear con ellas.

Para algunos artesanos las palabras son un barro muy fácil de trabajar y convertir en formas expresivas o exquisitas, decorativas o de urgencia.
Otros necesitan mayor entrenamiento.

Pero por algo que no sé muy bien cómo explicar, los niños son poetas, cuentistas, ensayistas científicos.

Del mismo modo que admiraba Picasso (en "Picasso y el cubismo" encontrarán datos sobre su vida y una magnífica foto del pintor) a los dibujantes de la primera infancia, yo admiro lo que hacen con las palabras casi todos los niños; algunas veces y como al pasar, sin cobrarnos derechos de autor, nos regalan un gran verso, una gran frase.
Parecería que los ojos, cuando son nuevos, no sólo por una razón fisiológica ven más, sino que al no tener obstáculos mentales ven "puro": ven el color, la forma y la plasticidad de la palabra; rompen el molde como quien rompe un juguete y lo renuevan. "El cielo es un elástico para saltar", me dijo sabiamente una niñita.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario