miércoles, 25 de julio de 2012

Equilibrios


Los equilibrios en el mundo humano sólo tienen sentido como trampolines para nuevas conquistas, para aventuras en las que el amor es capaz de arriesgarlo todo.

Por: Fernando Pascual, LC

Fuente: Catholic.net

El universo existe, cambia, se modifica, entre equilibrios más o menos complejos, entre tensiones profundas y difícilmente previsibles.

Hay equilibrios frágiles entre galaxias y planetas, entre protones y electrones, entre animales y plantas, entre países y continentes, entre miembros de una familia, amigos y conocidos.

Los equilibrios en el mundo humano son sumamente complejos. A nivel individual, cada uno busca un estado de serenidad, de salud, de armonía interior. Queremos que el cuerpo esté sano, que no sufra por los cambios de temperatura, que supere satisfactoriamente las gripes anuales, que no engorde ni adelgace demasiado.

No sólo el cuerpo necesita estar en equilibrio, sino también la propia psicología. Las decisiones que tomamos, los libros que leemos, los pensamientos que ocupan nuestro corazón, las apreciaciones sobre los acontecimientos, necesitan alcanzar niveles de equilibrio sin los cuales la personalidad puede sucumbir a las muchas enfermedades del espíritu.

A nivel social, los equilibrios son mucho más complejos. Cuando interactúan dos o más personas, se conjugan opciones y temperamentos a veces muy diferentes, si es que no llegan a ser contrapuestos. En la escuela o en el trabajo, en la vida de pareja o en las relaciones con los padres y los hijos, en la calle o en el parlamento, los equilibrios se suceden con rapidez, muchas veces a costa de peligros serios o de conflictos profundos que llevan a confrontaciones entre individuos y grupos.

Buscamos el equilibrio en tantos niveles. Pero sería un error aspirar a equilibrios estáticos como si fuesen el fin de la propia existencia. Porque no vivimos para conquistar una serenidad profunda a través de un balanceo más o menos ´fijo´ entre tendencias y fuerzas contrapuestas. Porque incluso los más ´equilibrados´ saben que basta una corriente de aire, una discusión en familia o un resbalón por la calle para que todo el equilibrio salte por los aires. Porque la vida humana no tiene un horizonte cerrado ante sí, sino que avanza continuamente hacia metas nuevas, hacia la conquista de equilibrios o desequilibrios abiertos a un futuro lleno de sorpresas.

Los individuos y las sociedades se engañan, por lo tanto, si aspiran a eternizar equilibrios que son siempre caducos. Equilibrios que, en no pocas ocasiones, nos impiden ser capaces de amar y de luchar contra tantos males de un mundo lleno de heridas.

No vale la pena vivir encerrado en una habitación segura cuando podemos salir para comprometernos en la lucha por una sociedad más justa. No tiene sentido casarse para lograr una satisfacción mutua más o menos tranquila sin lanzarse a la aventura maravillosa que inicia con la llegada de cada hijo. No funciona una sociedad que cierra sus fronteras a quien es ´distinto´ simplemente para proteger unos equilibrios económicos que parecen sanos pero que no son más que quietudes que llevan a la muerte.

Los equilibrios en el mundo humano sólo tienen sentido como trampolines para nuevas conquistas, para aventuras en las que el amor es capaz de arriesgarlo todo. Es triste morir en equilibrios de egoísmo donde uno buscó simplemente estar tranquilo y evitar problemas. Es hermoso morir por asumir riesgos al dar lo mejor de nosotros mismos, al desgastar la propia vida en la tarea de amar alegremente, sin medida...





Cuando el corazón está frío como el hielo


Anímate ya a suavizar tu corazón rodeándolo de amor y esperanza perdonando a quienes te ofendieron.

Por:. Dennis Doren L.C.

Fuente: Catholic.net

Afuera hace frío, mucho frío. Se ve el aliento de las personas al respirar, mientras caminan envueltos en abrigos y bufandas y las manos en los bolsillos. Quizá las crestas de los montes estén cubiertas de nieve o de hielo, pero hay gente que tiene su corazón caliente, y no importa el frío de las calles; personas que tienen una razón para vivir, gente feliz y que sabe amar, que sabe convertir todas las cosas duras de la vida en algo bueno, algo positivo; tienen esperanza, confían en Dios, aman a su prójimo y se esfuerzan por mantener un clima de paz y calor en sus hogares, en su trabajo. Pero, ¡qué duro debe ser que ahí afuera haga frío y que el corazón esté congelado, hecho hielo!, frío por fuera y frío por dentro. Hielo es la desesperanza, dejarse arrancar día a día los restos de confianza a los que uno se agarra para seguir viviendo. Hielo es el rencor y el odio que va pudriendo poco a poco de modo irremediable tantos corazones. ¡Qué hielo tan duro, es el miedo a la vida, al futuro, a la vejez, a la enfermedad y a la soledad, a que no te reconozcan! Necesitamos que salga el sol dentro de nosotros mismos, el sol de la esperanza, del amor, del optimismo, de la paz interior; tenemos que forzarnos a nosotros mismos y, antes que nada, obligarnos a creer que el sol puede salir en nuestra vida. Hace un tiempo compré un bote de helado, y como no lo comí todo, decidí guardarlo en el congelador. Durante varios días estuve pensando en comerlo, pero luego lo olvidaba y lo seguía guardando para otro día. Finalmente, se llegó el momento de comerlo, pero para mi sorpresa, el helado estaba totalmente congelado, a tal grado, que ni siquiera un cuchillo podía penetrarlo. Apenas podía creer que en tan poco tiempo se hubiera endurecido tanto. Así que tuve que esperar más de veinte minutos para empezar a comerlo. Lo que le ocurrió a mi helado, me hizo pensar en las personas que se enojan con Dios, con la vida, con sus amigos y familiares, que pierden las esperanzas y sus corazones y sus vidas se congelan. Son personas que no han sabido enfrentar las dificultades y situaciones difíciles, que dicen frases como "Algún día los perdonaré"; pero lo que en verdad hacen, es poner sus corazones en el congelador. Conforme pasa el tiempo, sus corazones se vuelven cada día más duros, no pueden perdonar a quienes en algún momento les ofendieron. No logran acercarse a Dios y reconfortarse en Su Amor y Su Misericordia; y cada día se alejan más y cada día se vuelve todo más difícil. Si te sientes así, recuerda lo que le pasó a mi helado, no esperes mucho tiempo. Anímate ya a suavizar tu corazón rodeándolo de amor y esperanza perdonando a quienes te ofendieron, y todo lo demás vendrá por añadidura. No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy, recuerda que nadie sabe en qué momento puede ser llamado a rendir cuentas. El que desespera de todo, puede tener muchas razones y excusas, pero también algo de culpa, porque penas, sufrimientos, apuros económicos, contratiempos, están repartidos en la vida de todos; pero ahí está también la mente, nuestra mente, para buscar soluciones a los problemas, y unos la usan y otros no. Ahí están nuestras manos para trabajar, y unos les dan uso y otros no; ahí está Dios que sí ayuda a los que confían, pero unos le rezan a ese Dios y otros le dan la espalda; ahí están las oportunidades que ofrece la vida, pero unos las buscan y otros se excusan diciendo que nada se puede hacer. El sol de la esperanza puede salir, y de hecho sale, en la vida de todos los que se fuerzan a sí mismos a creer en Dios y en sí mismos; que se fuerzan a esperar lo mejor, a luchar por salir adelante a pesar de todo, yo no puedo controlar el clima de afuera, pero sí el interior de mi espíritu. Los problemas lo pueden quebrantar a uno, si se deja; pero pueden fortalecerlo, si los enfrenta como retos magníficos



miércoles, 4 de julio de 2012

Descubrir a Cristo como Amigo


Su presencia suaviza las penas, enciende alegrías, da fortaleza para afrontar una vida llena de sorpresas y de pruebas.

Por: P. Fernando Pascual LC
Fuente: Catholic.net

Tal vez lo hemos leído muchas veces: Jesús no quiere llamarnos siervos. Su deseo consiste en que seamos y vivamos como amigos (cf. Jn 15,14-15).

La vida, sin embargo, nos arrastra con mil problemas, mil angustias, mil miedos, mil placeres que llegan y que pasan. Estamos más preocupados por el trabajo o por la pintura del techo que por lo que le ocurre a nuestro Amigo.

Jesús, sin embargo, mantiene su mano tendida, su Corazón abierto, su mirada llena de cariño. Sabemos que nos espera, con una presencia humilde y acogedora, en la Eucaristía. Sabemos que anhela perdonarnos en el encuentro de la misericordia que se produce en cada confesión bien hecha.

Si dejamos un poco de espacio a su amor de Amigo, si le abrimos, aunque sea una simple rendija, la puerta del alma, entrará con gusto. Así podremos cenar juntos (cf. Ap 3,20).

Es entonces cuando descubriremos que su presencia suaviza las penas, enciende alegrías, da fortaleza para afrontar una vida llena de sorpresas y de pruebas.

Tener a Cristo cerca cambia completamente la existencia humana. El mundo adquiere un color distinto. El que es verdadero amigo del Amigo eterno entiende pronto que hemos nacido para Él, y que nuestro corazón, como el de san Agustín y el de tantos santos del pasado y del presente, sólo podrá estar tranquilo y sereno cuando lo encontremos.

Uno de los amigos de Jesús, Robert Benson, escribió, hace ya muchos años, unas líneas poéticas que reflejan lo que significa encontrarse con el Señor, en la intimidad alegre del amor verdadero. Llevan como título Así es mi amigo.

Te diré cómo le conocí:

había oído hablar mucho de Él, pero no hice caso.

Me cubría constantemente de atenciones y regalos, pero nunca le di las gracias.

Parecía desear mi amistad, y yo me mostraba indiferente.

Me sentía desamparado, infeliz, hambriento y en peligro, y Él me ofrecía refugio, consuelo, apoyo y serenidad; pero yo seguía siendo ingrato.

Por fin, se cruzó en mi camino y, con lágrimas en los ojos, me suplicó: ven y mora conmigo.

Te diré cómo me trata ahora: satisface todos mis deseos.

Me concede más de lo que me atrevo a pedir.

Se anticipa a mis necesidades.

Me ruega que le pida más.

Nunca me reprocha mis locuras pasadas.

Te diré ahora lo que pienso de Él: es tan bueno como grande.

Su amor es tan ardiente como verdadero.

Es tan pródigo en Sus promesas como fiel en cumplirlas.

Tan celoso de mi amor como merecedor de él.

Soy su deudor en todo, y me invita a que le llame amigo



CARTA DE DIOS


Mientras te levantabas esta mañana, yo te observaba.

Esperaba que me hablaras, aunque fuesen unas pocas palabras preguntando mi opinión acerca de algún tema o agradeciéndome por algo bueno que te hubiese sucedido el día de ayer.

Pero noté que estabas muy ocupado… buscando la ropa adecuada que te ibas a poner para ir al trabajo. Seguía esperando mientras corrías por la casa arreglándote, creí que encontrarías unos cuantos minutos para detenerte y decirme ¡Hola ¡

Pero para ver si por fin me percibías, encendí el cielo para ti, lo llené de colores y dulces cantos de pájaros... pero ni siquiera te diste cuenta de ello.

Te miré mientras te ibas al trabajo y esperé pacientemente todo el día.

Con tantas actividades supongo... que estabas muy ocupado para decirme algo.

De regreso, vi tu cansancio, quise rociarte para que el agua se llevara todo tu stress. Pensé que agradándote, te acordarías de mi. Sin embargo, enfurecido, ofendiste mi nombre. Deseaba tanto que me hablaras...Aún quedaba bastante tiempo.

Después encendiste el televisor.

Esperé pacientemente mientras mirabas tu programa favorito, luego cenaste y nuevamente te olvidaste de hablar conmigo.

Te noté cansado, entendí tu silencio y apagué el resplandor del cielo pero no te dejé a oscuras.

Lo cambié por un lucero...en verdad fue hermoso, pero no estuviste interesado en verlo, estabas demasiado ocupado...

. A la hora de dormir creo que ya estabas agotado.

Dijiste... Buenas noches, a tu familia, caminaste hacia tu cama y casi de inmediato te dormiste.

Acompañé con música tus sueños. Mis animales nocturnos se lucieron. No hay problema...porque quizás no te des cuenta que siempre estoy ahí para ti.

Tengo más paciencia de la que te imaginas.

Quisiera enseñártela para que puedas tenerla con los demás.

Te amo tanto que espero todos los días por una oración y el paisaje que diseño cada amanecer es para ti.

Bueno... te estás levantando otra vez y no me queda otra cosa que entregarte todo el amor que siento por ti y continuar esperando que al menos el día de hoy me dediques solo... un poco de tiempo.

Que tengas un buen día...