domingo, 29 de mayo de 2011

Cicatrices del Alma

 

Antero Duks

 

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La vida esta llena de momentos. Algunos buenos, otros malos, por su puesto, algunos de esos momentos marcan de una manera tan profunda la vida que te dejan una cicatriz, a veces visible, como las cicatrices que vemos en el rostro de aquellos que sufrieron un terrible accidente.


En el alma radica la mente, la voluntad, las emociones, el intelecto y el entendimiento y cuando hablamos de cicatrices del alma nos referimos aquellos momentos en los que algunas de estas áreas se vieron afectadas, tanto que al ver o sentir la marca que ha quedado, recordamos aquel momento con dolor.


Tal es el caso de la madre que tuvo un hijo. Ese día jamás lo olvidara, pero la historia hubiese sido diferente si el padre de ese niño hubiese estado cerca o si lo hubiese tenido en condiciones sociales mas favorables. O que tal la historia de tres niños en un tren jugando, un padre únicamente observándolos y un hombre reclamándole al padre porque no controla a su hijos y la respuesta de aquel padre: su madre acaba de morir y no se como darles la noticia. O el caso de un hombre que creyó estar amando a su esposa y por tantas ocupaciones no cumplía con las expectativas de ella y ella en vez de confrontarlo, decidió buscar una persona más.


Todos estos casos dejan cicatrices en el alma. Personas que jamás pudieron ser las mismas. Pero la pregunta ante todos estos problemas es como cerrar a herida y al ver la cicatriz saber que ya todo pasó y ver la posibilidad de un nuevo comienzo.


¿En quién me apoyo? ¿A quién busco? ¿Quién pudiera ayudarme? Ante estas situaciones naturales, necesitamos una fuerza sobrenatural: a Dios, quien en diversas situaciones a utilizado su poder para hacer nuevas todas las cosas, para cambiar la tristeza en alegría, para calmar la desesperación y convertirse en nuestro único apoyo 24 horas, los 7 días de la semana, aquel que nos entiende porque nos formo y conoce exactamente la profundidad de esa cicatriz.


¿Qué vas a hacer con tus cicatrices? ¿Vivir toda tu vida lamentando que las tienes, preguntándote por qué te sucedió aquello a ti? Si bien es cierto que las cicatrices son imborrables, siempre estarán allí, cuando te fortaleces en las áreas en las que no tienes ninguna y le das oportunidad a Dios para que te sane, tu vida puede comenzar de nuevo, te darás cuenta de que amaneció de nuevo para ti y que tu vida puede ser mejor que nunca antes. Dios tiene el poder de hacer que una historia con cicatrices tenga un final feliz. (Mensaje de Miriam Delgado)

 

Somos pertenencia de Dios

 

Nolita W. de Theo

 

 

Somos lavados, perdonados y restaurados por el lavamiento de nuestro tierno y poderoso Padre celestial.

 

Se escucha con frecuencia: "Somos de Dios". Es algo que se dice con facilidad, y en muchas ocasiones, sin detenerse a pensar lo que realmente significa para nosotros. ¿Qué beneficios me trae el pertenecerle a Dios? ¿De qué manera cambia mi vida el tener pacto con Él?

 

Todos somos personas con una gran necesidad en nuestra vida. Hemos visto que carecemos de muchas cosas. Creo que la mayoría de nuestras listas tendrían alguna semejanza con las carencias de la Novia: familia que la ame, enseñanza y formación moral y espiritual, protección física y emocional, ropa y comida, limpieza moral y física, para comenzar la lista.

 

Dios le ha dicho: Eres mía. Veamos cómo está por cambiar por completo todo el presente, el futuro y aun el pasado de la Novia con esas dos palabras, aparentemente sencillas, que Dios le ha hablado y que ella ha creído.

 

Dios siempre comienza por el principio, nunca por el final. Casi nunca nos deja ver el producto final de su obra en nuestra vida, sino solamente los pasos que siguen. Con la Novia, comienza con la necesidad más obvia: su limpieza. Así que, higieniza a su amada con agua. Es un cuadro verdaderamente tierno: un esposo lavando, con cuidado, a su esposa que está casi irreconocible por toda la suciedad que lleva encima. Muchos han pasado por alto a esta mujer porque sólo veían a alguien con suciedad, sin ropas y sin esperanza; pero Dios había visto su potencial de llegar a ser algo muy diferente: La mujer de Sus sueños. Por eso la limpió.

 

Dios quita la sangre y la inmundicia que tenemos encima. La sangre representa nuestro pecado, nuestra muerte espiritual. Cuando entramos en pacto y relación con Dios, eso tiene que cambiar. Mi sangre, mis deseos, mis obras, mis palabras, mi vida siempre producirán muerte. El agua de Dios es su Palabra. Juan 15:3 dice: Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. También, Efesios 5:26 nos dice que somos purificados por la Palabra.

 

La Palabra de Dios es la fuerza sobrenatural que llegará con limpieza, pureza y santidad a nuestra vida llena de pecado y de sangre. Es la fuerza de Dios para producir vida, donde antes había sólo muerte; santidad, donde antes sólo había pecado y separación de Dios; justicia, donde antes sólo moraba la injusticia de la humanidad pecaminosa.

 

Al estudiar este proceso del lavamiento y cómo Dios limpió a su Novia, percibo que somos lavados con la bendición, provisión y vida eterna de Dios. Es una obra necesaria para comenzar a ver los cambios que Dios tiene pensados para todos nosotros. El agua suele ser símbolo de sus bendiciones y de un refrigerio espiritual. Durante la etapa de lavamiento, podríamos decir que nuestros ojos espirituales son abiertos a todo lo que Dios tiene para nosotros; nuestra fe crece al oír y recibir la Palabra de su Hijo.

 

Él cuenta con el poder necesario para ablandar y deshacer esas áreas heridas y deformes. Puede hacer algo nuevo donde antes sólo había tormento y angustia; de las cenizas, algo hermoso y crear un corazón nuevo dentro de cada uno de nosotros.

 

De nuevo, ¿qué beneficio hay en pertenecerle a Dios? Somos lavados, perdonados y restaurados por el lavamiento de nuestro tierno y poderoso Padre celestial. Su Palabra tiene poder sobre cualquier efecto o fortaleza que pudiera existir en nuestra vida. Estos son grandes beneficios, que deseo y necesito.

 

Recuerde que cuando llega Dios a nuestra vida, no ve lo mismo que todos los demás: Una mujer rechazada o inútil, alguien duro y sin compasión. No. Él ve la persona de sus sueños, lavada de sus sangres, limpia, pura, justificada y restaurada; que cree lo que Él le promete, que confía en su Novio para traer cambios drásticos y buenos a su vida. Cuando Dios nos encuentra, no nos dejará igual y no recordará en nuestra contra la condición en la que nos encontró.

 



viernes, 6 de mayo de 2011

Virtudes y Valores

  

¿Sacrificio? ¡Pareces un monje!

 


Sacrificarnos, abnegándonos en cosas lícitas, es entrenarnos, ejercitarnos en esa capacidad de amar


Jesús David Muñoz, L.C.

 

 

En la cafetería de una universidad conversaban dos chicos a la hora de la comida. De repente se acerca un tercero y se sienta al lado de sus compañeros para pasar con ellos el rato. Los dos primeros pidieron un buen plato de pasta a la matriciana. El recién llegado, sin embargo, pidió sólo un bocadillo y un vaso de agua.


Ante la admiración de los comensales, que le cuestionaron cuál era el motivo para tan drástica dieta, respondió sencillamente:


-Estoy haciendo un sacrificio por un amigo.

-¿Sacrificio? ¡Pareces un monje! - fue la respuesta que recibió a su "ridícula" explicación.


¿Fue un error haber dicho esto o efectivamente eso de sacrificarse sólo lo hacen los monjes?

En nuestra época hemos crecido con la mentalidad de buscar lo más cómodo para vivir sin batallar, del "abre fácil", del "aprenda inglés sin esfuerzo"... Esto nos ha llevado a rehuir todo lo que cueste y de todo lo que signifique renuncia, ascesis, lucha, sacrificio y abnegación. Son palabras disonantes y desconocidas en muchos ámbitos, al menos por lo que se refiere a la experiencia de vida.


La enseñanza cristiana de caminar por la "vía estrecha porque es ancha y espaciosa la senda que conduce a la perdición" (cf. Lc 13,24) parece, por lo demás, anticuada y medieval para el común de los hombres de nuestro siglo. Cabe ahora preguntarse si, como bautizados, no hemos sabido explicar el verdadero sentido de la ascesis cristiana al hombre de hoy.


Partimos de un dato importante: Jesucristo no vino al mundo a eliminar el dolor; vino más bien a enseñarnos a afrontarlo para que sea para nosotros un medio de redención. Viviendo Él mismo una vida de sacrificio y renuncia, lo convirtió en el medio por excelencia de salvación.

Por lo mismo, en su intento por explicar a los hombres la "buena noticia", el cristianismo no debe caer en el peligro de suavizar sus palabras. Efectivamente, Jesucristo habló de renuncia y de "tomar la cruz" (cf. Mt 10,28), palabras que no dejan de ser fuertes y exigentes, pues "el Reino de los Cielos sufre violencia y sólo los esforzados lo arrebatan" (Mt 11,12).


Para entender esto, es preciso ir al primer libro de la biblia. El libro del Génesis nos comenta que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza (cf. Gen 1,26). En el otro extremo de la revelación leemos en la primera carta de san Juan: "Dios es amor" (1Jn 4,8). Por lo tanto, si Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, y Dios es amor, el hombre es un ser amable (capaz de ser amado) y amante (capaz de amar). La grandeza del hombre consiste en tener, entonces, la capacidad de amar.


Aquí se encuentra el origen de la explicación cristiana del sacrificio y de la renuncia: el amor. La Madre Teresa de Calcuta no se quedaba recogiendo bebés en los basureros de Calcuta porque fuera su hobby. Era un sacrificio que no tenía otra motivación que el amor.
Una de las características fundamentales del amor es la libertad. El amor, si es amor, tiene que ser libre, y todo acto libre tiene que provenir de la voluntad.


Desde estas sencillas nociones podemos darnos cuenta de que hacer actos voluntarios de sacrificio por el prójimo o incluso para conseguir una virtud, desarraigar un defecto, dominar las malas inclinaciones o formar la voluntad, tiene la única finalidad de enseñarnos a amar.


El entonces cardenal Ratzinger, fijándose en la traducción del griego al inglés de la palabra ascesis (training), decía que dominarse a sí mismo en el dolor y buscar el sacrificio es precisamente un "entrenamiento" (cf. J. Ratzinger, Un nuevo canto para el Señor, Sígueme, Salamanca 2005, p. 191).


Por lo tanto, sacrificarnos, abnegándonos en cosas lícitas, es entrenarnos, ejercitarnos en esa capacidad de amar. De esta manera estaremos preparados para cuando lleguen adversidades, momentos en los que la respuesta más difícil, pero la única justa, sea el amor.


El objetivo no es soportar o buscar como masoquistas el dolor, sino aprender a amar; porque, como decía Lorenzo Scúpoli en su libro El combate espiritual, "el que no se abniega en lo lícito, no se abnegará en lo ilícito". O mejor, parafraseando el evangelio: "quien es fiel en lo poco, será fiel en lo mucho" (cf. Mt 25,21-26).

 

 



lunes, 2 de mayo de 2011

Victoria Daniela, la niña que vivió...


Al ver a esa niña o a esa abuela con la bebé prestada en los brazos, me preguntaba: ¿quién se atreverá a afirmar que la vida es una carga, un castigo?


Por: Mario Arroyo

Fuente: Yo Influyo

 

Hoy tuve la alegría de tener entre mis brazos a una niña recién nacida. Cinco días tenía en el mundo, fuera de su madre esa preciosa criatura; sus padres adoptivos le pondrán "Victoria Daniela", es decir "ViDa". Han esperado con ansia el momento y por fin hoy por la tarde les fue entregada. Los primeros cinco días fuera del seno materno corrieron a cargo de una generosa familia con cinco hijos. Cuando miraba a la niña de diez años que cargaba y atendía a la bebé, a la abuela de la familia que se inventaba un pretexto para aparecerse y bañar a la niña, aprovechando al máximo los momentos que restaban a cargo de la criatura, multitud de pensamientos se agolpaban y confundían en mi mente: ¡qué bella es la familia!, ¡qué hermosa es la vida! -en ambos sentidos-... y ¡qué oscuridad la de aquellos que ciegamente se oponen a ella!, un auténtico eclipse, más aún, una noche de la razón, de humanidad.

Al ver a esa niña o a esa abuela con la bebé prestada en los brazos, me preguntaba: ¿quién se atreverá a afirmar que la vida es una carga, un castigo? Al imaginarme la ilusión de la pareja adoptante, que unen al gozo de contar con un hijo, que acaso la naturaleza les ha negado, el saber que han salvado de la muerte y han ofrecido una vida digna a tan bella criatura, pensaba: ¡vale la pena luchar por la vida!


Soy consciente de que no todos piensan así, vivimos en una sociedad pluralista, caben todas las posiciones, todas se deben respetar -quisiera que por lo menos los que no piensan como yo respetaran la mía-, pero al ver a Victoria Daniela no podía evitar cuestionarme: ¿es esto bueno o malo?, ¿es bueno que algunos sostengan que no debería haber vivido?, ¿que probablemente se hizo presión a la madre que originalmente deseaba abortar?, ¿que el valor absoluto es la libertad y, por lo tanto, lo que decida la madre debe respetarse y nadie debería objetar nada?


O que se trataba de una compra que hacen familias ricas de niños pobres; mejor sería impedirle vivir a los pobres, es decir, negarles la posibilidad de vivir como ricos, y otras tantas falacias propias del resentimiento social. Al sentir su calor en mis brazos, al ver sus ojitos abrirse y cerrarse, su boquita bostezar, y la ilusión con la que era cuidada por la familia intermediaria, no podía dejar de pensar que todo eso eran discusiones bizantinas, juegos del lenguaje, agudezas, pero no la simple, llana, y sencilla realidad.


Alguien -seguramente pesimista- podría objetar que mi cuadro responde a la historia con final feliz, pero que no todas las historias son así; también hay historias de terror. Alguien podría presentar otro escenario: mujeres metiéndose ganchos en condiciones antihigiénicas y desangrándose inútilmente, muriendo en el acto mismo de asesinar a sus hijos, ¿puede imaginarse algo más dantesco?


Mujeres violentadas, condenadas a vivir con oprobio, obligadas a cargar físicamente durante nueve meses, con recuerdos traumáticos que quisieran olvidar; familias que ven mellado su buen nombre, etc. En ese caso el inhumano, machista, opresor de la mujer, sería yo. Pero, ¿no es Victoria Daniela una mujer?, ¿no podrá llegar tal vez, el día de mañana, a ser una gran mujer?


Noche de la razón que equivale a pobreza de ingenio, a ceguera ideológica que hace violencia a la realidad. Es verdad, caben las dos posibilidades, pero, ¿no tenemos, sea por dádiva divina o como producto de la evolución, la luz de la razón? ¿No podemos intentar ofrecer mejores soluciones?, las más humanas, las más acordes con la dignidad de la persona.

¿Por qué ofrecer la tentación -facilitarla- de acabar con todo y por la vía más rápida, más cómoda, más irreflexiva? ¿Es el aborto una manera humana de solucionar los problemas? ¿No se merece esa incipiente vida, que quiéranlo o no llevan adentro, otra posibilidad, buscar otra solución? Y, sobre todo, ¿quiénes somos nosotros para decidir quién debe vivir y quién no?, ¿se debe respetar al hombre sólo si está en los planes de sus padres?


La realidad humana es compleja, nadie lo niega; lo que me cuestiono es la racionalidad de cortar por lo sano y cauterizar la conciencia diciendo que es algo "legal", lo que a la postre confunde y deforma al colectivo social.


La falacia de que "nadie las obliga a hacerlo" pone la decisión de quién debe vivir y quién no en personas que, o han demostrado su inmadurez, o están sufriendo un fuerte shock emocional y, en muchas ocasiones, son menores de edad. ¿Cabe mayor absurdo?


La solución de la "historia feliz" es creativa al tiempo que laboriosa, muestra un profundo compromiso social y una solidaridad que no se queda en teoría, sino que se encarna en Victoria Daniela.


Además, como el problema es más profundo, no se limitan a ayudar a parir: se da educación a las madres, se les ofrece albergue donde pueden, si lo desean, permanecer sin que nadie las vea embarazadas; se les da atención psicológica, etc. Es decir, se utiliza la razón.

 



 


Belleza de alma

 

 

Querien Vangal

 

"Si de verdad quieres amar a Jesús, en primer lugar aprende a sufrir, porque el sufrimiento te enseña a amar". Santa Gema

 

Esta fotografía es de Santa Gema Galgani (1878-1903), una mística famosa que vivió en la encantadora ciudad de Lucca, Italia.

 

Santa Gema Galgani

 

Su rostro es impresionante por varias razones. En primer lugar, tomamos nota de su reflexión profunda y la armonía de sus rasgos. En segundo lugar, su santa mirada tiene algo de elevado y sublime al mismo tiempo. Sus pensamientos no son de esta tierra: su rostro

muestra un aura sobrenatural.

 

Su dignidad y su pureza angelical son sorprendentes. Esto se ve por la forma en que su cabeza descansa sobre sus hombros: recta y sin pretensiones.

 

Ella no lleva adornos en absoluto. Su pelo es simplemente peinado y arreglado. Su cara es muy limpia y no revela en nada un deseo de embellecimiento.

 

Su vestido es de color negro y simple. Sin embargo, Santa Gemma combina una dignidad extraordinaria, con una pureza virginal, que está impalpablemente reflejada en el esplendor luminoso de su piel. Se podría decir que su piel es tan luminosa como su mirada. Por otra parte, su mirada refleja una rectitud total. Es el de una mística inmersa en lo que ella ve.

 

La virtud de la fortaleza también brilla en su rostro. Cuando la Fe le ordena hacer algo, su voluntad es inquebrantable.

 

¿Qué desea? Ella quiere servir a Dios, a la Virgen y a la Iglesia Católica. Ella sigue adelante en este camino sin importar los obstáculos. Ella representa la mujer fuerte, de valores incomparables, a que se refieren las Sagradas Escrituras. Como una piedra rara, uno camina fácilmente hasta los confines de la tierra para encontrarla.